Venezuela: radiografía de un país inestable

Desde la llegada de Nicolás Maduro al poder, las protestas en Venezuela han ido creciendo hasta visibilizarse en todo el mundo.

Han pasado ya alrededor de 5 años desde que Nicolás Maduro quedó como encargado del país vecino, y la Venezuela inestable que le entregó Hugo Chávez todavía sigue siendo teniendo muchos problemas. No basta con los capítulos cómicos que ha protagonizado Maduro: más allá de su inadecuada forma de hacer reír a la comunidad internacional, estos años han demostrado que situaciones como la represión política, la inflación económica, la escasez de recursos y los conflictos internacionales; entre otras cosas, son el reflejo de un país inestable. En Al Poniente le explicamos un poco de estas cosas.

Con el paso de los años las protestas y las manifestaciones de los opositores se han vuelto cada vez mayores. Hoy el Gobierno se enfrenta a una amplia comunidad en contra de sus políticas.

Inestabilidad y represión política

Muchos han sido los sucesos ocurridos en Venezuela que han llamado la atención de la comunidad internacional. En dicho país existen diversos partidos políticos que se encuentran agrupados en dos grandes fuerzas o coaliciones políticas: el Gran Polo Patriótico Simón Bolívar, que apoya al gobierno venezolano; y la Mesa de la Unidad Democrática, que compone a los opositores del Gobierno. La llamada «revolución venezolana», con la llegada al poder de Hugo Chávez, trajo consigo una gran esperanza para muchos ciudadanos que consideraban pertinente una intervención estatal en temas como la economía y las relaciones internacionales. Con el paso del tiempo, algunos sectores de la ciudadanía comenzaron a agruparse para ir en contra de lo que consideraban un «régimen excesivamente socialista», en el cual la economía privada de los particulares comenzaba a caer. Además, con la mayoría de su coalición en la Asamblea Nacional (el órgano legislativo venezolano), estos sectores consideraron a Chávez como una especie de monarca, puesto que no había poder opositor político suficiente para frenar todas sus iniciativas. Súmele a todo esto su actitud conflictiva internacional con Estados Unidos y varios países de occidente -por considerarlos «imperialistas»-, entre ellos, Colombia.

Maduro ha venido gobernando desde su muerte luego de ganar las elecciones presidenciales. El hecho de que un denominado «sucesor» de Chávez haya adquirido la presidencia de Venezuela -y más aún con señalamientos de haberla ganado fraudulentamente-, provocó una oleada de manifestaciones al considerar este hecho como reflejo de una aparente dictaduraRecordemos entonces que con esto se realizó toda una manifestación nacional en Venezuela que desencadenó el arresto y encarcelamiento de Leopoldo López, como líder opositor; por considerarlo provocador de la sociedad frente a un golpe de Estado y una desestabilización de la democracia: delitos políticos que deberían ser amnistiados en un país defensor de derechos humanos.

Esta foto es bastante conocida: el momento en que Leopoldo es arrestado por la policía venezolana. Muchos han considerado su encarcelamiento como «arbitrario», en tanto no se logró establecer con claridad su intención de incitar a la violencia y derrocamiento del Estado.

La inestabilidad y disconformidad política -principalmente por la represión de opinión y por la escasez- fue creciendo hasta que en las pasadas elecciones legislativas se vio reflejada esta disconformidad: como suceso nunca antes ocurrido en el mundo, la oposición en Venezuela logró la mayoría legislativa más grande alcanzada en la historia, con 112 frente a 55; casi lo suficiente para modificar la constitución. Sin embargo, desde que este suceso representó todo un obstáculo para Maduro, el Tribunal Supremo (como máximo órgano judicial de Venezuela) ha estado impidiendo constantemente las directrices de la Asamblea Nacional, hasta llegar al punto de vetarla completamente y asumir sus funciones como suceso más reciente. Vale la pena aclarar que varios de estos magistrados han mostrado en sus decisiones su férreo apoyo al régimen de Maduro, lo que muestra que la imparcialidad no es cosa de estos jueces.

A lo largo de todos estos años, organizaciones internacionales como Human Rights Watch o Amnesty Internacional han denunciado los atropellos que el Gobierno venezolano ha llevado a cabo en las manifestaciones de las comunidades. Se han conocido noticias a nivel mundial de jóvenes que fallecen en dichas protestas, con señalamientos al Gobierno como principal culpable.

Y ni hablar de la economía

El mal manejo de la economía trajo consigo escasez en la canasta básica familiar, principalmente, por considerar pertinente la fijación de un tope de precios para productos básicos.

En resumidas cuentas, el socialismo consiste en una ideología política mediante la cual se busca mayor intervención estatal en cuestiones como la economía por ejemplo, para que se pueda realizar una mayor efectiva distribución de los recursos públicos a los más necesitados y para garantizar el goce de derechos económicos y sociales.

Aunque suene agradable, el problema está, en realidad, en exagerar esta intervención estatal necesaria en algunos casos hasta convertirla en la herramienta usual de gobierno para desestabilizar la economía.

Por ejemplo, una de las ideas sobre las cuales llegó Chávez al poder fue con el discurso de que la sociedad venezolana, y más aún las grandes empresas; debían redistribuir sus recursos y limitar los precios de sus productos para que la población de escasos recursos pudiese acceder a éstos (por ejemplo, la leche). Fue así como tanto en el gobierno de Chávez como en el de Maduro se llevaron a cabo reformas para limitar los precios de mercado de productos básicos, llamada comúnmente como la «Ley de Precios Justos». El evidente problema incumbe a las más básicas reglas de la microeconomía: al fijar un precio máximo de un producto, las empresas que lo producen más caro debían, por ejemplo, cortar personal para poder obtener ganancias frente a este nuevo precio (incrementando el desempleo); y las que no tenían cómo hacerlo, se quebraban, desestabilizando el mercado.

Esto trajo consigo un escape del sector económico hacia otros lugares del país: las empresas que ya no tenían cómo operar en Venezuela frente a estos problemas se fueron, lo que desincentivó la inversión extranjera en el país y bajó la calificación internacional de éste. A todo esto hay que sumarle, además, la caída del precio del petróleo como principal fuente de recursos de Venezuela.

Y con esto, lastimosamente, se ve reflejado el golpe a la economía: Venezuela enfrentará, según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, una inflación del 720,5% en lo que correrá del 2017. Frente a esto, el Banco Central de Venezuela no se pronuncia y no publica las cifras oficiales de inflación desde el año 2015.

Todo esto sólo logró que quienes más necesitaban estos recursos los necesitaran todavía más, y quienes en un principio podían acceder a ellos, también tuviesen dificultades para esto. La financiación subsidiada que entrega el Estado no alcanza, y los alimentos son cada vez menos.

Disconformidad internacional

Además, las relaciones diplomáticas que lleva Venezuela con los demás países vienen enfrentando una crisis que se agrava con el tiempo. Si bien la noticia más reciente en problemáticas internacionales ha sido el ataque de Estados Unidos a Siria, sigue siendo todavía muy importante la actual situación de Venezuela frente a los demás países.

En reiteradas ocasiones, la canciller venezolana ha afirmado que la OEA (Organización de Estados Americanos) ha conspirado para desestabilizar al Gobierno de Maduro.

Generalmente los países que opinan diferente en ciertos temas a otros prefieren acallar esta situación para conservar lo que consideran una buena relación internacional. Sucede entonces que frente a casos realmente complejos como el reciente ataque de Estados Unidos a Siria, los países que están en contra deciden alzar sus voces frente a esto. El caso de Venezuela es un tanto particular: su discurso es generalizado en torno a que países considerados como «imperialistas», están constantemente entrometiéndose en sus asuntos internos, y acusan a todos éstos de no reconocer un gobierno legítimo. 

Recordemos que Chávez usó constantemente la palabra «yankee», «fascista» o «gringo imperialista» para referirse a los Estados Unidos y demás países que lo apoyaban. Su temperamento lo llevó a escalar una tensión fuerte con el gobierno de Álvaro Uribe Vélez, lo que pudo haber terminado en un conflicto desastroso que fue desescalado a tiempo por el actual presidente Santos. Continuando sus pasos, Maduro también ha mantenido este discurso y ha demostrado tener simpatía con la Federación Rusa y algunos países árabes.

En general, países como España, Perú o Estados Unidos han denunciado los atropellos del régimen chavista frente al mundo. Los encuentros verbales que ha tenido el gobierno español con el venezolano no son suficientes: los países de la OEA han examinado la posibilidad de considerar a Venezuela como un país no democrático, y hasta Perú ya decidió retirar definitivamente su embajada de este país. Esto preocupa lo suficiente, porque con la administración de Trump, se mencionó una vez que era posible una intervención militar estadounidense en Venezuela. Nada más enojaría al gobierno de Maduro que a los yankees imperialistas en su tierra.

Santiago Osorio Moreno

@SantiOsorioM | Soñador del desarrollo social de mi país y del mundo. Abogado EAFIT con énfasis en D.I. y DD.HH., Magíster en Políticas Públicas - Uniandes con énfasis en política social. Exasesor en el Congreso de la República. Fundador y Director de la ONG Convicción para el impulso de proyectos a comunidades. Consultor de entidades públicas para el mejoramiento de sus estrategias y programas. Analista y activista político.