Solidaridad, un asunto de rating

La noche del 30 de noviembre de 2016 Medellín asistió a uno de los eventos solidarios más grandes vistos en la ciudad durante los últimos años, desde la tragedia de La Gabriela ocurrida en el municipio de Bello en el año 2010.

Un evento que buscaba solidarizarse con las familias de las víctimas del accidente aéreo acontecido en el municipio de la Unión la noche del 28 de noviembre, donde fallecieron 71 personas, entre periodistas, jugadores y tripulación de vuelo, los cuales se dirigían a la ciudad de Medellín para jugar la final de la Copa Suramericana.

Luego de conocerse la noticia del accidente, las redes sociales se llenaron de mensajes suplicando por las personas que estuvieran vivas y a salvo. La carrera por conseguir la exclusiva se había desatado y los medios radiales fueron los primeros en llegar al lugar de los hechos para “informar” sobre lo que estaba aconteciendo.

Suposiciones comenzaron a inundar las frecuencias radiales de la ciudad, que se oían los quejidos de las personas en el avión siniestrado, decía un periodista que se encontraba en el casco urbano de La Unión. Sin duda tenía un oído biónico, más cuando los equipos de rescate apenas comenzaban a llegar a la zona.

Cifras que hablaban de 20 sobrevivientes fueron seguidas de mensajes que pedían a los habitantes de la Unión y otros municipios del oriente cercano que tuvieran camionetas 4×4 ingresar a la zona para ayudar con el rescate. Los medios comenzaban a fomentar el desorden al tiempo que los oportunistas políticos, quienes parecen esperar una tragedia de tal magnitud para hacer presencia, aparecían.

El alcalde de Medellín se desplazó a la zona para hacer presencia y llevar la ayuda de los cuerpos de socorro de la ciudad, al parecer sin él los equipos de ayuda no hubieran podido llegar solos, el señor Federico Gutiérrez parece que tiene un delirio de superhéroe, el cual necesita estar en todas las tragedias para que lo vean las cámaras y ganar simpatizantes con un acto de populismo, sigue sin comprender que no es candidato, que ganó las elecciones hace un año.

Una vez en la zona los equipos de ayuda comenzaron de inmediato las labores de rescate de los supervivientes, al tiempo que los noticieros de televisión seguían en su competencia por la noticia, tener las primeras imágenes y, si es posible entrevistar, a los heridos o a los moribundos. No importa, total hay que subir el rating.

El país amaneció con la noticia del accidente, mientras que otras noticias como la refrendación del acuerdo de paz entre el Gobierno Nacional y las FARC en el Congreso de la Republica desaparecieron de la agenda nacional. Sin más todos nos vimos inmersos en la tragedia del pequeño equipo de futbol de la ciudad de Chapecó que viajaba a Medellín a disputar su primera final de la copa suramericana.

Como es costumbre de los medios locales saturaron sus programaciones con “todas las perspectivas” la repetición constante de la tragedia despertó en la sociedad ese sentimiento de tristeza por lo acontecido.

El pueblo conmovido comenzó a mostrar sus muestras de solidaridad, impulsado por el trágico desenlace de los deportistas brasileros. Los medios internacionales hicieron eco de esta noticia y los líderes políticos, como era de esperarse, no iban a desaprovechar tan maravillosa vitrina mediática.

El rating había que ganárselo a como diera lugar. La Alcaldía de Medellín lanzó un mensaje solicitando intérpretes que les ayudaran a los supuestos familiares que vendrían al país en masa, algo que con el pasar de las horas fue desmentido por el mismo embajador de Brasil, quien confirmó que solo viajarían algunos familiares de los jugadores que estaban heridos y también algunos especialistas que ayudarían con la investigación e identificación de los cuerpos.

Cientos de persona hicieron presencia en el aeropuerto Olaya Herrera para ayudar, generando un poco de desorden. Y mientras esto pasaba, uno se pregunta si la Alcaldía de Medellín no tiene los números de teléfono de las escuelas de idiomas de las universidades de la ciudad para hacer esta solicitud directamente, sin necesidad de hacer tanto ruido como para que vean que sí trabajan.

Queda la sensación de que la administración municipal estaba más enfocada en hacer publicidad en los medios de comunicación, que en humanizar la tragedia. El homenaje realizado el 30 de noviembre en el Estadio Atanasio Girardot, a la misma hora en que debía jugarse el partido, fue transmitido en vivo y a nivel internacional. La tragedia, de repente, se convirtió en un asunto de rating.

El sentido discurso del canciller brasileño José Serra, contrastó radicalmente con el discurso del alcalde de Medellín, que parecía más la presentación de un programa de “cultura ciudadana” que un homenaje a la vida de las personas fallecidas en el accidente.

Eso sin contar con las críticas que se alzaron contra Federico Gutiérrez por su tono regionalista. Coincido totalmente, el alcalde olvidó que la tragedia, si bien ocurrió en el departamento de Antioquia, embargó en un sentimiento de tristeza a buena parte de la nación.

Pero queda en el aire las críticas venidas días después, cuando se preguntaba desde organizaciones de víctimas del conflicto interno por qué lloramos las muertes trágicas de un accidente aéreo y hacemos grandes homenajes a las vidas perdidas por este cruel acontecimiento, pero optamos pasar de largo frente al desplazado, el habitante de calle o el reinsertado.

Colombia es un país donde las tragedias ocurren de forma tan cotidiana que nos hemos convertido en una sociedad insensible al dolor ajeno. Somos una sociedad reaccionaria, respondemos basados en los estímulos que impulsan los medios, a lo cual solo me queda una pregunta por responder: ¿Somos una sociedad que sólo se conmueve porque los medios nos dicen que ese evento fue triste y debemos estar en concordancia con eso?

Mauricio Gil Arboleda

Soy sociólogo de la Universidad de Antioquia con fuerte inclinación por las tecnologías en el desarrollo social, amante del análisis de la moda y la sexualidad, con gusto por la música, especialmente esa que es poco escuchada en occidente y con intereses en la geopolítica de Asia en América Latina.