Cuando los ejércitos aliados tomaron el campo de concentración de Sachsenhausen en 1945, descubrieron que los nazis guardaban en él un arma de destrucción masiva.
Por más de 5 años, los prisioneros habían sido obligados a producir libras esterlinas falsas. Con estas libras, ya se había logrado engañar a bancos de Inglaterra y Suiza.
El plan alemán era un ataque aéreo sobre ciudades británicas, bombardeándolas, no con explosivos, sino con copias exactas de su propio dinero. Pero ¿por qué sería esto un arma de destrucción masiva? ¿Qué sentido tenía?
La ciencia económica estudia, entre otras cosas, el valor de los productos y servicios que se ofrecen en el mercado. El valor de cualquier bien depende de su utilidad para los consumidores.
El dinero es un bien como cualquier otro, útil para el cambio por otras mercancías. Cuando abunda el dinero, pero las demás mercancías se ofrecen en igual cantidad, los consumidores ofrecerán más dinero a cambio de otros productos.
Así, los precios subirán rápidamente, causando una inflación más alta. El plan nazi era justamente ese, crear una hiperinflación en el Reino Unido usando copias exactas de la libra esterlina.
Tal ataque sería devastador para cualquier sociedad, pero los nazis no llegaron a aplicarlo contra el Reino Unido. En cambio, los británicos sí lo habían aplicado con éxito anteriormente.
El Imperio Británico falsificó los dólares “continentales” de las colonias norteamericanas cuando estas buscaron independizarse. Al descubrir a un hombre que hacía parte de esta operación británica, el patriota estadounidense exclamó:
“Espero ver colgando a este hombre. Él ha causado más daño que el que podrían haber hecho diez mil soldados”
-John Langdon
Aunque los Estados Unidos consiguieron su independencia, los británicos lograron depreciar la primera moneda norteamericana, al punto que, a finales de la guerra, esta ya no tenía ningún valor.
La impresión de dinero falsificado como arma de guerra también fue usada por los Estados Unidos contra los Confederados en la guerra civil, y contra Vietnam en la Guerra Fría.
Los soviéticos, bajo Stalin, también imprimieron de forma masiva dólares norteamericanos, pero sus redes de distribución eran tan ineficientes que no pudieron emplearlos.
A pesar de esto, las peores hiperinflaciones de la historia se han producido, no por ataques del enemigo, sino por políticas desacertadas de los propios gobernantes.
En Perú con Alan García, en Zimbabue con Robert Mugabe, en Venezuela con Hugo Chávez y en Turquía con Recep Tayyip Erdogan, los gobiernos han ordenado la impresión masiva de dinero, causando estragos en la capacidad adquisitiva de sus ciudadanos.