Pensar la economía implica de cierto modo entender los modelos de racionalidad que la animan. Y en general estos modelos expresan una cierta idea de humanidad. La cultura organizacional no se distancia de estos grandes modelos de racionalidad ni mucho menos de los ideales de humanidad que pretenden producir, máximo si la preocupación es implantar la felicidad para el mayor número de personas, sin obviar la dinámica de la pobreza y en general la aspiración de la empresa de generar riqueza.
En este orden de ideas es conveniente pensar el modelo económico que ha adquirido carta de membrecía en nuestros países bien por obligación en unos casos y en otros por gusto de los líderes de turno. El neoliberalismo, ha sido palabras más palabras menos, el modelo usual que han tenido las organizaciones para implantar en las subjetividades laborales (proletariado que ha devenido en precariado) ciertas conductas, comportamientos, aspiraciones y en general, ha producido una hueste de seres humanos con una serie de patologías que van desde la desesperanza, hasta la modulación de mentes criminales, sociópatas que solo ven en los otros, simples medios que se sirven como alimento de las organizaciones, en aras de que éstas maximicen sus utilidades a costa del precariado laboral, la contratación por horas y sin derecho a organización sindical, exoneración parafiscal y paraísos en impuestos, etc.
En el contexto colombiano fue en el gobierno de inicios de los años 90’ donde se inició todo el programa neoliberal. Como lo plantean Perry Anderson y Frei Betto, este modelo se implanta formalmente en la (…) carta fundamental de la República en la Constitución de Gaviria, reorganizando la función social del Estado, dando al Congreso un papel invitado de piedra, a la justicia funciones expeditas de represión al movimiento sindical, a la economía la venta de las empresas del Estado para financiar el desbordado gasto público, al empleo una legislación de permanente inestabilidad laboral. El neoliberalismo revoluciono todas las relaciones interpersonales de los colombianos, creando miseria, indolencia, corrupción, caos, ruina, ignorancia en los estratos medio y bajo de la sociedad, dando un poder excesivo a los “asesores” del gobierno central al servicio del capitalismo financiero y de las multinacionales, con el argumento de integrar a nuestro país a una economía mundial, donde solo los grandes, los dueños de la selección natural, sobreviven. Es el triunfo de la antiutopía: Huxley y su mundo feliz (Anderson y Betto, p. 4, 1998).
Veamos entonces cuál es el aspecto programático de este modelo de racionalidad económica. Perfilando en este plan estratégico, la modulación de un tipo de organización empresarial, que a todas luces además de ser estudiado, debe ser visto con sospecha por quienes pretendan implantarlo como si se trata de un dogma, única alternativa social y económica para salir de una crisis, que paradójicamente, el mismo modelo genera.
De un lado podemos distinguir que el programa neoliberal tiene una intención marcada por crear un debilitamiento en la estabilidad laboral y persecución de los principales líderes sindicales. Un segundo aspecto es el de la criminalización de la protesta social, la conversión de infracciones menores en delitos, la aparición de una justicia sin rostro, palpable en las organizaciones militares paraestatales y las células urbanas de limpieza social. Otro tanto se plantea en la reforma a la salud, privatización de derechos fundamentales, ni hablar de la internacionalización del capital, y la indiscriminada apertura económica que tuvo lugar con la Constitución del 91.
Desde otra realidad, la educativa, sucede un despertar por la formación de un ejército de másteres y mano de abro calificada, que con conocimientos especializados pero abstractos, no alteran en lo más mínimo las realidades de un país semi-industrializado, con un pavoroso déficit fiscal, una economía informal de ascenso, modelando y moldeable por los grandes de la información y el control mediático.
Pero lo más cruel de la implantación del modelo neoliberal en nuestro país tiene que ver con el cambio en las intencionalidades formativas que deben orientar a la escuela. Por ejemplo, la borradura de la enseñanza de la historia en los textos escolares, entre otras falacias sociales que los teóricos Anderson y Betto señalan del siguiente modo:
(…) se adecuan los programas para especializar conocimientos, la universidad magistral se convierte en una universidad de fotocopias, la cultura necesita gerentes, los médicos necesitan gerentes, las sirvientas, gerentes y másteres, la economía de mercado arrasa, como Atila, las estructuras de la vida cotidiana, de las relaciones interpersonales, de la convivencia ciudadana. Satanizan a los críticos de su política, la crítica es perseguida por el contrato social, y los contradictores lanzados al infierno de los enemigos del sistema. Se crea el inmediatismo como una política de Estado, se venden las empresas o se dan nuevas concesiones, se recaudan nuevos impuestos para mantener la élite de asesores intelectuales conversos y los “lobbies” internacionales. En este estado de cosas, la política neoliberal se orienta a la destrucción de los partidos. Sólo así su política social puede crecer porque se elimina el sentido de la crítica. El aspecto más dramático de esta situación es la eliminación sistemática de los miembros de la UP, dados de baja, como se dice candorosamente, como ejemplo de mostrar que la protesta social tiene fines específicos. (Andeson y Betto, p. 10, 1998).
Desde la lectura propuesta por Anderson y Betto podemos concluir que el sistema neoliberal crea toda una economía política sacrificial. Con este término queremos indicar que los sistemas sociales, como el que se menciona, mientras en su implementación prometen el progreso y la felicidad social, lo hacen a costa del sacrificio de personas humanas: campesinos, obreros, estudiantes, enfermos, y todo un conglomerado diverso de subjetividades marginadas por un sistema que además de producir la crisis, genera una política para la muerte social (tanatopolítica)
Pero también podemos pensar las alternativas. Es claro que el pensamiento económico se encuentra atravesado por un determinado ideal de humanidad. Por ejemplo, Amartya Sen, premio nobel de economía plantea que el ideal de ser humano que subyace a la racionalidad económica en occidente se encuentra alimentada principalmente por el planteamiento de Adam Smith y donde se descubre que la máxima motivación ética y política de un ser humano al momento de actuar en función del sostenimiento de su existencia se caracteriza por el egoísmo y un cierto sentido de la utilidad y la búsqueda del provecho individual. Esta racionalidad económica niega otras formas de propender por la riqueza y el bien material, de tal modo que para el economista indio la vida de las personas no solo depende de su sentido por hacer uso de su egoísmo natural, sino principalmente del desarrollo de sus capacidades y en el fondo de las posibilidades de hacer uso de su libertad.
En otras palabras, salir de la pobreza implica reconocer que las personas en entornos socialmente adecuados, es decir, donde las necesidades básicas se encuentran satisfechas, como los menesteres relacionados con la alimentación, la vivienda y el vestido, se hace posible desarrollar capacidades y de este modo hacer ejercicio de su libertad.
Ahora bien, cuando las personas no tienen resueltas las necesidades básicas y solamente usan su libertad para sobrevivir, decimos que se encuentra en una situación instrumental de pobreza, donde interesan más los medios que los fines. En este orden de ideas salir de la pobreza implica reconocer que los seres humanos, una vez satisfacen los medios mínimos de subsistencia, pueden hacer uso de su libertad y entonces se hace posible el desarrollo de las capacidades, de tal modo que la realización de ciertos ideales de la vida buena, como las que se ponen de presente en los deseos de profesionalización, pueden revertir la pobreza.
En síntesis, para el economista indio un determinado modelo de pobreza, desarrollo y progreso se desprende del ideal de humanidad que se pone de presente en la teoría del homo economicus del pensamiento económico clásico, y donde se expresa que el ser humano compite hasta la muerte con un rival en procura de resolver los medios para la subsistencia, y donde se privilegia la competitividad, la valoración del rendimiento del trabajo bajo la medición de resultados y de manera exponencial el ánimo de lucro. Este ideario contrasta con otro modelo económico y que es el defendido por Amartya Senn, en especial al reconocer el principio ético y político de la libertad humana, y sobre todo la posibilidad de apreciar en el ser humano una realidad capaz de hacer uso de sus propios talentos y superar realidades dominadas por el atraso social y la pobreza.
Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/juansebastianba/
Bibliografía
Anderson, Perry y Betto, Frei (1998). Qué es el neoliberalismo. Editorial tiempo presente: Bogotá.
Nussbaum, M. y Sen, A. (1996). La calidad de vida. F.C.E: México
Add Comment