La esclavitud y la mercancía humana ¿cómo crear un sistema de muerte?

Es claro que, desde la historia de la esclavitud, el comercio de personas de algún modo sentó las bases del colonialismo europeo, y fue piedra de toque del capitalismo moderno. De este modo lo plantea uno de sus críticos más elocuentes, el filósofo y economista Karl Marx. Por ejemplo, en El capital se encuentran análisis como los siguientes:

El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultación de la población aborigen en las minas, la incipiente conquista y saqueo de las Indias Occidentales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de la producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos, pisando sus huellas viene la guerra comercial de las naciones europeas, con el planeta entero como escenario (Marx, El Capital, Cap. XXIV)

Varios elementos se aportan desde la teoría económica de Marx para definir el proceso de esclavización como un fenómeno colonial, subsidiario de la generación de riqueza por parte de las metrópolis europeas, que explotaban recursos naturales y humanos asentados en África y América.

En primer lugar, la humanidad indígena y negra fue usada como medio para la explotación de los recursos naturales que se encontraban a ojos vista de los colonizadores. Esta concepción del otro distinto como fuerza de trabajo trajo como consecuencia el saqueo y la construcción de una humanidad como animalización o que se conciben como instrumentos de trabajo que fungen a modo de mulas de carga. Esta situación se recrudece con el comercio de hombres y mujeres de color provenientes del continente africano, convirtiendo este territorio en un paraíso para la caza de seres humanos.

En otras palabras, el cuerpo humano deviene en mercancía, y es la práctica de la esclavitud la que crea un capitalismo que produce riqueza a costa del sacrificio de miles de personas. En este orden de ideas podemos identificar que el colonialismo, como una práctica de dominación social agenciada por los imperios metropolitanos de España, Inglaterra, Alemania, Holanda, Francia, Estados Unidos, y Bélgica desde el Siglo XV hasta finales del siglo XIX, era al mismo tiempo la fuente de la producción capitalista, es decir, de la riqueza. En este sentido el concepto de colonialismo es otra forma de nombrar el capitalismo en sus inicios tanto en Europa como en las colonias de ultramar, por lo menos, en lo analizado por Marx en las sociedades de comienzos del siglo XVI, y cuya prosperidad explica los desarrollos sociales e históricos de la Europa central.

Pero el análisis de Marx va más allá. En El Capital se plantea que la esclavitud y todo el conjunto de prácticas que la secundaron en América como en África, se estructuran bajo una formulación sistémica del ordenamiento social, en donde los imperios crean economías de dependencia bajo la dominación humana que ocurre en las colonias de ultramar. Es así como la esclavitud colonial se articula al “(…) sistema colonial, el sistema de la Deuda pública, el, moderno sistema tributario y el sistema proteccionista” (Marx, El Capital, Cap. XXIV).

Dicho de un modo más preciso, todos estos sistemas sociales blindaron el sistema de acumulación originaria y se estructuraron a partir de la caza como también del posterior sacrificio que orquestaba el comercio de personas o proceso de esclavitud. En síntesis, es posible afirmar que el sistema capitalista, en sus orígenes modernos, fue un sistema de muerte. De este modo lo plantea nuestro pensador:

Bajo el sistema colonial, prosperaban como planta en estufa el comercio y la navegación. Las “Sociedades Monopolia” (Lutero) eran poderosas palancas de concentración de capitales. Las colonias brindaban a las nuevas manufacturas que brotaban por todas partes mercado para sus productos y una acumulación de capital potenciada por el régimen de monopolio. El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza refluía a la metrópoli para convertirse aquí en Capital (Marx, El Capital, Cap. XXIV).

En este orden de ideas podemos dar respuesta a la pregunta que precede a este escrito: ¿cómo el hiato entre el capitalismo y la esclavitud crea un sistema de muerte? Definitivamente es la esclavitud un episodio siniestro en historia comercial del capitalismo, donde el cuerpo además de devenir en mercancía se convierte en objeto de muerte. Las bases económicas y sociales del colonialismo se encuentran en el tráfico de personas que se orquestada desde Europa hacia América y África. Este fenómeno es denominado por Marx como el “dios extranjero”, el cual: “proclamaba la acumulación de plusvalía, como el fin último y único de la humanidad” (Marx, El Capital, Cap. XXIV).

Así las cosas, podemos sostener que la esclavitud hizo parte de la historia económica de occidente, y en particular de la practicada por Europa, en sus relaciones comerciales entre sí y con los continentes subalternos, África y América. En este periodo de la historia la acumulación del capital o plusvalía dependió de la idolatría de riqueza que generaba el comercio humano y su uso como fuerza de trabajo esclava en las colonias de ultramar. La paradoja de este proceso histórico tiene que ver con la forma que se obtenía esta prosperidad económica, pues cifraba la obtención de capital a través de la esclavitud de seres humanos. El sistema capitalista en los siglos XVII A XIX, perpetuo esta paradoja idolátrica hasta sus últimas consecuencias.

Hoy día la economía que gira en torno a la trata de blancas, la prostitución, el tráfico de órganos y otras formas de sacar provecho económico del cuerpo humano es heredero directo de la forma mercancía que se produjo con las prácticas de esclavitud modernas y coloniales. Este sistema de muerte es nominado por la filósofa mexicana Sayak Valencia como capitalismo gore.

Esta neoesclavitud se reproduce fundamentalmente en aquellos territorios de frontera, como por ejemplo Tijuana, en la frontera entre Estados Unidos y México. En efecto, los espacios de frontera son territorios reales entre pueblos soberanos marcados por la desigualdad social, y donde se produce un tránsito de capital humano, que pone en juego nuevas formas de entender el sistema económico capitalista.

Para Valencia, la vida humana en los territorios de frontera se expone a un conjunto de violencias donde las dinámicas de oferta y demanda se mezclan con prácticas no legitimas de un mercado justo, y donde la prostitución y la trata de blancas, el narcotráfico y la violencia de los carteles que controlan la venta y la compra de estupefacientes, el negocio de los coyotes en sus intentos por pasar migrantes de un lugar a otro, etc., conviven en un espectáculo que se dibuja en una escena de cine gore, es decir, donde la exposición de la humanidad está sujeta a la porno-sexualización del cuerpo dispuesto a ser explotado y maltratado, abriéndose paso a una serie de violencias que crean una hipervisualización de la crueldad y el goce que se desprende de una vivencia trasgresora y que no conoce límites. Tal y como lo esgrime la pensadora feminista:

Hacemos hincapié en el hecho de que es prioritariamente en El Tercer mundo y sus fronteras donde los efectos del capitalismo gore son más evidentes y brutales. Este énfasis descansa en nuestro interés por mostrar que si bien las prácticas gore- al menos las más frontales- parten del Tercer mundo, también lo es que para reflexionar sobre ellas, sobre sus lógicas, sus procesos y consecuencias, debemos trazar puentes conceptuales, desarrollar un conocimiento menos exotizante y más cercano a las acciones y demandas bajo las cuales se maneja la realidad tercermundizada: porque es ésta quien nos dará noticia de los fenómenos a los cuales se está enfrentando ya, -y que seguirá enfrentando-el Primer mundo. (…) identificamos ciertos procesos que están emparentados con la globalización, y el flujo de modelos económicos criminales que se empiezan a visibilizar en las sociedades primermundistas tanto en los noticieros como en las prácticas de consumo que, a través del cine, la música, los videojuegos, el arte y la literatura están cumpliendo la función de instaurar, legitimar y reproducir identidades violentas y, en muchos de los casos, criminales (Valencia, 2010, p. 28).


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/juansebastianba/

Bibliografía

Marx, Karl. (1966). El Capital. V. 1. F.C.E: México.
Valencia, Sayak (2010). Capitalismo gore. Melusina: Barcelona.

 

Juan Sebastián Ballén Rodríguez

Licenciado en Filosofía y Letras
Magister en Filosofía
PhD. en Filosofía

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