La episteme de la diferencia

En un sentido coloquial se suele usar la palabra diferencia para caracterizar una moda, expresar una tendencia o simplemente señalar un signo a la distinción social normalmente atribuido a una personalidad o un comportamiento excepcional.

Empero, en la filosofía la diferencia es otra de las maneras que ha tenido la humanidad para pensar el ser. En las presentes líneas buscaremos caracterizar lo que sería una episteme de la diferencia. En efecto, cuando se piensa la categoría de ser en la filosofía se lo suele asociar con otros conceptos subordinados como lo son los de semejanza, identidad, diferencia, unidad, relación por analogía, etc.

Sin embargo, una de las novedades teóricas que propone el filósofo francés Guille Deleuze (1925-1995) tiene que ver con una mirada del ser desde la noción de diferencia y su relación con lo uno. Como lo señala nuestro filósofo en su prefacio a Diferencia y repetición (2002), pensar la diferencia en sí misma implica tomar distancia de la filosofía de la representación. Este rechazo se debe a la consideración crítica de que buena parte de la filosofía moderna se encuentra atrapada en los barrotes de la representación.

La representación alude a una filosofía que subordina el conocimiento de lo real hacia lo idéntico, que corresponde a la forma que tiene el sujeto de traer presente el mundo a través de la conciencia, negando con este gesto el valor de la diferencia (Deleuze, 2002, p. 15). Se entiende que la representación es un juego óptico, un simulacro. Y en este sentido pensar la diferencia implica tomar distancia del simulacro que produce la filosofía del conocimiento (Deleuze, 2002, p. 16).

En consecuencia, pensar lo impensado de la filosofía implica descubrir otros caminos distintos a los de la filosofía moderna, para llegar hacia el encuentro con una ontología de la diferencia. En este camino ontológico tiene lugar la exploración de los conceptos de la inmanencia, la simpatía, la diferencia, lo uno, el movimiento y el teatro.

Como ocurre en la filosofía de Heidegger, Deleuze propone un retorno al problema del ser. Deleuze hace parte de un grupo de filósofos que evocan nuevamente el tema del ser. De esta manera lo refiere Badiou en El clamor del ser:

Podemos decir que, en filosofía, nuestro tiempo habrá estado marcado, signado, por el retorno a la cuestión del Ser. Por eso Heidegger lo domina. Él estableció el diagnóstico e incluso reflexionó sobre eso que, después de un siglo de Crítica y luego del interludio fenomenológico, re-ordenaba el pensamiento en torno a su interrogante primordial: ¿qué pasa con el ser de los entes? En definitiva, el siglo habrá sido ontológico. Este destino es mucho más esencial que el «giro lingüístico», al cual se lo pretende unir (Badiou, 1997, p. 35).

Sólo que a diferencia de seguir el camino transitado por la tradición en donde el ser es definido en términos de esencia o sustancia (como ocurre en las filosofías de Platón y Aristóteles) o en la perspectiva de la temporalidad (como ocurre con el Dasein heideggeriano), Deleuze propone entender el ser en la dinámica entre lo uno y la diferencia.

En este sentido la filosofía del francés se inscribe al clamor del ser identificable en las propuestas de Parménides a Heidegger (Badiou, 1997). Sin embargo, esta exploración del ser como unidad recuerda a las filosofías de Parménides y Plotino. A pesar de que el ser es uno y abarca múltiples diferencias.

Ahora bien, para pensar el ser en su relación dinámica entre lo uno y lo diferente es decisivo tomar distancia de la filosofía de la conciencia o de la representación, ya que ésta al tratar de pensar el ser como unidad se queda en lo idéntico y no logra comprender lo diferente. Para salvar las relaciones múltiples y diversas que se dan entre lo uno y lo diferente, hay que proclamar como método el recurso al empirismo que se encuentra en la obra de David Hume.

En esta misma línea de pensamiento, se hace posible reconocer las múltiples maneras que tiene lo uno de abrirse hacia la diferencia; en este sentido hay que reivindicar los modos que tiene en el filósofo ingles el pensamiento afectivo, ya que en su obra epistemológica y moral se muestra el camino hacia el conocimiento metafísico que se da con los sentimientos morales.

Por ejemplo, la simpatía es una forma del sentimiento moral que muestra en la inmanencia y la exterioridad el valor de la diferencia y su referencia hacia lo uno (Beuchot, 2009, pp. 136-137). Este modelo empirista hace un llamado a construir el pensamiento filosófico desde la inmanencia de los sentidos. Lo inmanente es lo real, y son los sentidos los que permiten tener conocimiento de esta realidad.

Pero además de la simpatía y el universo de los sentimientos morales hay otras formas que son posibles y en la introducción a Diferencia y repetición, se menciona las propuestas filosóficas de Nietzsche y Kierkegaard. Deleuze identifica en las propuestas de estos filósofos otras maneras de habitar la diferencia más allá del modelo de la representación. Y las cuales tienen que ver con el movimiento y el teatro. En una evocación a la crítica que proponen estos filósofos a Hegel, se plantea lo siguiente:

              Tanto Kierkegaard como Nietzsche son de los que aportan a la filosofía menos medios de expresión. Al referirse a ellos, suele hablarse de una superación de la filosofía. Ahora bien, lo que está en tela de juicio en toda su obra es el movimiento.  Lo que reprochan a Hegel es haberse quedado en el movimiento falso, en el movimiento lógico abstracto, es decir en la «mediación». Quieren poner la metafísica en movimiento, en actividad. Quieren hacerla pasar en acto, y a los actos inmediatos. No les basta, entonces, con promover una nueva representación del movimiento; la representación ya es mediación. Se trata, por el contrario, de producir en la obra un movimiento capaz de conmover al espíritu fuera de toda representación; se trata de hacer del movimiento mismo una obra, sin interposición; de sustituir representaciones meditadas por signos directos; de inventar vibraciones, rotaciones, giros, gravitaciones, danzas o saltos que llegan directamente al espíritu. Esta es una idea del hombre de teatro, de director de escena que se adelanta a su tiempo. En este sentido hay algo completamente nuevo que comienza con Kierkegaard y Nietzsche. Ya no reflexionan sobre el teatro a manera hegeliana. Tampoco hacen un teatro filosófico. Inventan, en la filosofía, un equivalente increíble al teatro, y con ello, fundan ese teatro del porvenir, al mismo tiempo que una filosofía nueva (Deleuze, 2002, pp. 31-32).

Otras formas de filosofar permiten transitar el camino hacia la diferencia. Son las que se plantean en las propuestas de Nietzsche y Kierkegaard y sus concepciones del movimiento, que, bajo la forma artística del teatro, exploran otras maneras que tiene la vida humana de desenvolverse en la danza, los giros, las gravitaciones, etc.

Como se aprecia, en ambos ejemplos se hace posible reconocer cómo otras filosofías distintas a las de la racionalidad unívoca y trascendental, propician un encuentro con la diferencia. Deleuze incluso identifica modelos diferenciadores que propone Kierkegaard en las figuras icónicas de la cultura europea como las encarnadas en el caballero cristiano y también en los prototipos humanos del sacrifico, identificables en la tradición cristiana en los relatos de Abraham y de Job.

Estos son personajes enmascarados, que desean lo infinito; es decir, que para superar el vacío que les produce su realidad subjetiva que se oculta en el artificio de una máscara, se afanan por llenarlo con “lo absolutamente diferente”, en donde la diferencia se encuentra a mitad de camino entre lo finito y lo infinito, ideas que nacen de una concepción de la existencia humana desde el humor, el teatro y la fe (Deleuze, 2002, p. 32). Otro tanto se encuentra en la filosofía de Nietzsche y en su visión de la tragedia y lo dramático que se plantea en obras como El nacimiento de la tragedia y Así hablo Zaratustra (Deleuze, 2002, p. 33).


Bibliografía

Deleuze, Gilles. (2002). Diferencia y Repetición. Buenos Aires, Editorial Amorrortu.

Badiou, Alain (1997). Deleuze «El clamor del ser». Argentina, Manantial.

Beuchot, Mauricio (20099. Historia de la filosofía en la posmodernidad. México. Editorial Torres Asociados.

 

About the author

Juan Sebastián Ballén Rodríguez

Licenciado en Filosofía y Letras
Magister en Filosofía
PhD. en Filosofía

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