Elegir entre la paz o la guerra. Un dilema en el drama de la libertad humana

Más o menos todos tenemos presente la aspiración de alcanzar la paz en esta tierra. Pero la historia de los pueblos y de los estados, la precede un estado permanente de guerra, que ha traído consigo los peores crímenes, las violaciones más irracionales, y en general la perpetuación de la injusticia incluso contra los inocentes. Como lo diría Hegel en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, asistir al examen del pasado humano es descubrir un matadero.

En medio de los desastres que ha marcado historia de los pueblos: ¿Cómo pensar una paz perpetua? Immanuel Kant platea que el origen de todas las guerras se afirma en el derecho a la soberanía. Los estados muestran su individualidad política y jurídica a través de la soberanía; son ellos los principales perpetradores del crimen y la violencia. Es el derecho a la guerra lo que explica el mal en la historia. Es decir, que la soberanía política es una forma de pretextar la autoconservación de un Estado. El autoritarismo, la violencia justificada y toda la teoría jurídica del derecho a la guerra justa pone de presente la idea de la violencia legitimada, afirmada desde una concepción de la vida social fundada en la verticalidad de las relaciones sociales.

En medio del caos ¿cómo alcanzar la paz según Kant? Para ello hay dos alternativas políticas, que descubren otras formas de socializar. Una es la sumisión y otra es la interlocución. En la sumisión los estados legan su soberanía a una forma política muy superior (imperio), que se abroga el derecho de gobernarlos a precio de controlar las libertades del ciudadano, incluso en contra de sus costumbres e intereses.

La segunda, propende por la creación de un estado internacional, que, reconociendo unas leyes públicas, pacta acuerdos y negociones para que los estados soberanos no se destruyan entre sí. La reunión de estados confederados permite que los pueblos no renuncien a su derecho a la soberanía, y los impele a resolver sus conflictos mediante la interlocución y el diálogo.

En este sentido el Estado moderno tiene tres formas diferenciadas de alcanzar la paz. Si se parte del hecho que las repúblicas independientes nacen por un derecho racional y determinado por el autogobierno, es evidente que pueden consultar a sus integrantes (ciudadanos), si se van a la guerra o no. Es decir, el derecho a la guerra es un reconocimiento que otorga el pueblo al soberano. Una segunda forma de aspirar a la paz consiste en la participación en el comercio.

Efectivamente, cuando los estados practican las relaciones comerciales crean vínculos de interdependencia económica que en caso de desatarse cualquier agresión pondría en riesgo las relaciones comerciales y destruirían la idea de paz. El tercer elemento es la aspiración humana por dirimir las disputas mediante el uso de la razón. El poder del discurso se encuentra en su gran capacidad para renunciar a la violencia como mecanismo de dominación social.

Estos tres elementos se enlazan con un factor común: la fe en la universalidad de la razón humana. Es decir, que es en la confianza por el mutuo entendimiento como se encuentra la capacidad humana de no dejarse dominar por los apetitos o las inclinaciones naturales. Los intereses de la humanidad se encuentran por encima de los intereses particulares de los hombres, dominados muchas veces por lo deseos de poder, placer, ánimo de lucro, etc.

En este sentido entrar en razón implica reconocer que la humanidad es una condición universal que debe ser suscrita por todos en aras de favorecer el bien común. La razón nos hace ciudadanos del mundo y la ciudadanía universal no tiene que ver con el color de piel, el credo que se practica o la ideología que se profesa. La paz es una idea regulativa y no una demanda de obligación. La unión confederada de los estados es una opción y no un principio de universalidad que a todos debe regir por igual. Kant reconoce que la paz es una idea regulativa y no puede convertirse en un mandato que sancione castigo o recompensas.

Pero la propuesta kantiana de la paz ha tenido sus contradictores. Por ejemplo, Oswald Spengler quien en su obra La decadencia de occidente (1918) señala que la humanidad es una palabra vacía. El principio filosófico por excelencia no es la razón universal y su idea de humanidad, sino el conflicto de la vida. Es la vida en confrontación permanente la que impregna incluso al pacifismo, pues el pacifista tendrá que eliminar en el ámbito de las ideas a sus adversarios y esta situación discursiva lo convierte en un esclavo de la dinámica de lucha por la vida.

El nominalismo filosófico ha sido otra corriente que ha cuestionado la idea de la paz universal y en el fondo de la idea de humanidad. Entre otras cosas porque en el trato con los hombres se descubre que no existe una idea general ser humano, sino más bien modelos particulares de individualidad antropológica: por ello se dice que en la cotidianidad vemos razas, hombres del sur y del norte, etnias en la selva, comunidades en las urbes, etc. El universalismo filosófico es practicado por Kant en la medida que los anhelos de paz, como las acciones encaminadas hacia el deber, no se reducen a la particularidad.

Sin embargo, es Max Scheler el filósofo alemán que propone una perspectiva reivindicatoria de la guerra. Ello lo hace en un texto que lleva por título El genio de la guerra (1915). Este ensayo se escribe al iniciar la primera guerra mundial, y es una mirada distinta a la condena histórica que le asigna Kant a la guerra. El reconocimiento de la vida social en el escenario de la guerra no se plantea desde la condena y la irracionalidad, sino desde el coraje y el valor de las potencias humanas. El de Scheler es un estudio que busca definir la esencia fenomenológica de la guerra (Ramírez, 2017)

La guerra es una forma que tiene el ser humanos de mostrar sus potencias biológicas, culturales y espirituales. En la guerra no domina el principio de la conservación como ocurre con los seres vivos cuando se encuentran en un estado de supervivencia. Es en el conflicto interdividual como el hombre se supera a sí mismo y logra salir del mecanismo de la lucha por la supervivencia. Los motivos de la lucha son valores ajenos a la lógica de la supervivencia de las especies. Estos valores son la gloria, el poder y el espíritu. Tal planteamiento coincide con Platón cuando se refiere que en la guerra hay una parte del alma que busca sobresalir y persigue la distinción. El thymos que en griego es la valentía y el orgullo, son valores que motivan a los seres humanos a probar de que están hechos.

La guerra también tiene implicaciones culturales. En la guerra el talento es virtud y la creatividad es un valor que sobresale porque hace posible la victoria. El espíritu de la creación se encuentra animado por el deseo personal de brillar, como también por el compromiso político del patriotismo y el amor soberano al pueblo. Europa vivió experiencias positivas de la guerra en particular durante el renacimiento italiano y el clasicismo alemán.

La guerra es también favorable al espíritu, pero en este aspecto su resultado es incierto. Efectivamente la guerra está motivada por una potencia espiritual que se levanta contra el instinto de la propia conservación. Pero es una empresa muy arriesgada porque la entrega de la vida por un ideal de grandeza puede estar justificada por el derecho a la guerra, o puede ser vana, pues también se puede fallecer por una causa perdida. La guerra ofrece la posibilidad de que la vida humana pueda tener un sacrificio puro y liberador. El espíritu de la lucha libera de las pequeñas envidias, la competencia engañosa y de la hipocresía.

Sin embargo, Scheler también es testigo del uso indiscriminado del enfrentamiento y no resulta moralmente aceptable que la ciencia humana sea usada para afirmar la destrucción de las vidas miles. Las naciones entran en una carrera armamentista situación que hace de la guerra un riego total, lo cual puede acelerar el fin de la humanidad. La otra cara de la guerra es su declarada intencionalidad de borrar el adversario del mapa. Y esto se realiza con conocimiento científico. En la guerra también se pone de presente el drama de las disonancias de la esencia humana. Por ello Scheler, como ocurre en Kant, cree en la existencia de un logos universal, eterno y objetivo que permite a todos los ciudadanos hermanarse en la realización de una meta común: la cooperación solidaria.

Sin embargo, em Poder y naturaleza humana de Helmuth Plessner, se plantea una respuesta distinta al espiritualismo filosófico de Scheler. Y lo es porque en esta obra se sostiene que el ser humano parte de la nada y sus posibilidades para ser son insondables o infinitas. En medio de la inercia de la nada el ser humano está diseñado para tomar decisiones en la vida. Esta autodeterminación es con propiedad el principio de la libertad y que le permite cambiar el sentido de su existencia. Pero esta decisión se lleva a cabo en medio de la lucha por la existencia, una instancia animada poderosamente por la rivalidad que habita en el instinto animal.

Para Plessner es estéril que la filosofía trate de armonizar las tensiones que habitan el ser humano, y en esto se aleja radicalmente de la postura de Scheler. Plessner considera que la vida política es diferente a la vida filosófica, pues mientras que la primera demanda una acción acertada en el presente, la filosofía se encuentra atrapada en el juego de los conceptos y las pretensiones de superar las contradicciones de lo real. La política le enseña a la filosofía que la vida de los seres humanos en el contexto de las relaciones sociales es profundamente una vida de rivalidad y lucha.

Como se puede apreciar, elegir entre la guerra y la paz, es primordialmente un ejercicio de la libertad humana, la cual se encuentra lastrada por una historia de tensiones y rivalidades, las cuales explican su carácter novelesco.


Todas las columnas del autor en este enlace: https://alponiente.com/author/juansebastianba/

Bibliografía

Kant, Immanuel (2014). Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico. Gredos: Madrid.

Plessner, Helmuth (2018). Poder y naturaleza humana. Ensayo para una antropología de la comprensión histórica del mundo. Editorial Escolar y Mayo: España.

Safransky, Rüdiger (2010). El mal o el drama de la libertad humana. Barcelona: Tusquets.

Spengler, Oswald (2011). La decadencia de occidente. Austral Espasa Galpe: España.

Ramìrez, Patiño, Marisol (2017). El valor de la guerra y la paz en el pensamiento fenomenológico de Max Scheler. Pp. 31-43. Actas II Congreso internacional de la Red española de Filosofía Vol. I: España,

About the author

Juan Sebastián Ballén Rodríguez

Licenciado en Filosofía y Letras
Magister en Filosofía
PhD. en Filosofía

Add Comment

Click here to post a comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.