El consumo y el holocausto a la naturaleza. Sobre la debacle ambiental (Parte I)

Las impactantes imágenes del desierto de basura y residuos textiles en el desierto de Atacama en Chile es otra de las muestras de que la sociedad capitalista tiende en su estructura hacia la exclusión, pues solo ofrece beneficios que son sostenibles bajo el juego de suma cero: ganar es sumar porque otro pierde (Elizalde, 2005, p. 68). Y el otro que pierde es sin a lugar a dudas el planeta tierra. La idea del consumo en el fondo busca hacer que los bienes perduren para que éstos generen males, pues la transformación de estos beneficios en las cosas deviene en chatarra y más basura (que se traduce a un valor social negativo), siendo al final una carga muy pesada de sobrellevar por parte del medio ambiente. Es innegable que la sociedad capitalista ha hecho del consumo una realidad masiva alternado de un modo radical los valores propios de las sociedades tradicionales. Es así como este modelo social ha acabado con los valores de la cooperación y el sentido de la colectividad, lo mismo ocurre con el fin de los valores tradicionales de la solidaridad y la fraternidad. En su lugar, fomenta los valores del individualismo extremo, el atomismo social y el afán de éxito, todo un nuevo decálogo moral que crea a su paso un tipo de consumismo patológico, situación que compromete el futuro de la humanidad y su continuidad en el planeta tierra (Elizalde, 2005, pp. 65-69). Esta descripción sobre la mala vida que le propone el ser humano a la madre tierra (que también revierte en la desesperación vital de la humanidad para sí misma) puede ser catalogado como un holocausto a la naturaleza.

Sin embargo, cabe la pregunta de ¿cuáles son las bases sociales y disciplinares que propician esta situación de holocausto ambiental? Es claro que ante la problemática de la degradación de los recursos naturales y la debacle ambiental el modelo que refleja la relación entre la economía y el derecho propone la idea de que el mercado es el instrumento más idóneo para defender al medio ambiente. Es decir que la relación costo beneficio es el indicador que debe determinar la solución sobre el problema ambiental. En este orden de ideas la alternativa más eficiente es aquella que genera mayores beneficios y menores costos. La favorabilidad economicista que se desprende del modelo entre el derecho y la economía produce más catástrofe ambiental que justicia social (Hardin, D.Stone, M. Rose, p. 16, 2009).

Ahora bien, una mirada crítica a la relación entre la economía y el derecho la identificamos en el pensamiento del economista Franz Hinkelammert. Esta propuesta ha sido usada para leer los grandes conflictos sociohistóricos que ha atravesado Latinoamérica desde la segunda mitad del siglo XX. Esta teoría parte de una lectura del sistema económico capitalista dentro de una visión teológica del mundo: según esta visión la economía como una ciencia que estudia el comportamiento de los flujos del capital y las dinámicas del mercado ha tendido hacia la sacralización de la riqueza desde una visión animista y fetichista de las relaciones sociales de producción. En efecto para Hinkelammert a través del fetichismo que plantea Marx como vector de análisis del sistema capitalista, las ciencias sociales comienzan a considerar el poder como el significado de lo invisible en el ordenamiento social de lo visible (Hinkelammert, 2017, p. 45).

Las instituciones sociales como las prisiones, las escuelas, los hospitales, las fábricas, los estados y en general todas aquellas corporaciones basadas en las relaciones de propiedad están atravesadas por un principio animista que es profundamente fetichista. Detrás de todas estas formas de organización social actúa una fuerza motivacional que es invisible. Según esta fuerza invisible se produce una dinámica de poder basada en la división social del trabajo, instaurando a su paso la distinción entre dominados y dominadores, capitalistas, y proletariado, señorío y servidumbre, etc. El fetichismo de las relaciones mercantiles se independiza de la división social del trabajo, y actúa a través de una lucha de vida y de muerte que se define en función de la abstracción de los resultados. Una institución es valorada en función de sus resultados (Hinkelammert, 2017, p. 48). La vitalidad y la fuerza a las instituciones la genera el fetichismo o la creencia de que la visibilidad de una institución o corporación se da en función de sus resultados. Y estos pueden estar sujetos a la relatividad del mercado: pueden ser positivos y en este sentido prosperan todos los miembros que hacen parte de un organismo vivo que es la institución, o pueden ser negativos y entonces las nociones de estabilidad y progreso se derrumban por cuenta del fracaso y el saldo el rojo en los resultados.

Junto a la valoración del trabajo de las personas en función de sus resultados, se suman otras dinámicas al fetichismo del mercado como lo son las formas de vida y las relaciones mercantiles. Estas últimas están dadas en las relaciones de producción de los objetos, que luego serán valorados somo sujetos, generándose la deshumanización de la vida humana, situación que trae como consecuencias fenómenos típicamente sacrificiales como la reificación, la enajenación y la objetivación de toda la existencia social de los hombres. En una ilustrativa comparación, Hinkelammert semeja la teoría del fetichismo formulada por Karl Marx con el mito de la caverna de Platón, y aprecia en el conflicto entre la esclavitud y la trascendencia, la misma dinámica que se desata en las religiones, cuando se sacralizan los intereses mundanos, en particular de aquellos que sancionan derechos en favor de los que están acostumbrados a los privilegios frentes a los excluidos y los marginados, que habidos de trascendencia ven interrumpido sus deseos de reivindicación social:

La teoría del fetichismo en Marx es, en cierto sentido, una transformación del mito de la caverna de Platón. una vez desarrolladas las relaciones mercantiles, las mercancías se transforman en mercancías-sujetos, que actúan entre sí y sobre el hombre arrogándose la decisión sobre la vida o la muerte de aquel. Permiten una complejidad de la división del trabajo nunca vista, se lanzan a la vez encima de él para ahogarlo. Y si el hombre no toma conciencia del hecho de que esta aparente vida de las mercancías no es sino su propia vida proyectada en ellas llega a perder su propia libertad y al final su propia vida. A partir del análisis de la mercancía-sujeto como un objeto físico-metafísico, Marx llega a la formulación de su crítica a la religión. (…) La religiosidad, que Marx descubre (…) es aquella de la sacralización del poder de unos hombres sobre otros y de las relaciones mercantiles entre los hombres, en nombre de las cuales unos se adjudican el poder sobre los otros. Es aquella religión que canoniza el derecho de unos a decidir sobre la vida o la muerte de los otros, y que proyecta tal poder hacia la propia imagen de dios. Marx descubre a la vez otro aspecto de la religión, que es protesta en contra de tal situación. Pero su futuro será desaparecer y ser rebasada por una praxis que supere las mismas relaciones mercantiles y que devuelva al hombre mismo la subjetividad perdida en los objetos producidos (Hinkelammert,2017, p. 50).

La naturaleza es la gran sacrificada dentro de este proceso de sacralización de la vida económica, que claramente beneficia a la relación costo beneficio por encima de la realización de un proyecto ambiental con justicia social. La naturaleza es un objeto al servicio de la explotación y el consumo. Se convierte en un fetichismo de la mercancía al ser valorada en función de las utilidades que puede generar a las corporaciones y los emprendimientos industriales que hacen uso de la extracción de recursos naturales no renovables.

En este orden de ideas vale evocar la voz del ecologista Murray Bookchin (1921-2006) distinguido en Estados Unidos dentro del movimiento ambientalista de mediados de los años 70 y quien ya señalaba la diferencia entre la finitud de los recursos naturales y el carácter ilimitado de las necesidades humanas. Para el activista, la mencionada distinción señala una diferencia ya marcada por los antiguos griegos entre las necesidades relacionadas con el cultivo del tiempo libre, la dedicación al ocio y el engrandecimiento físico y espiritual, frente a las necesidades productivas y de consumo que obliga el trabajo y las necesidades materiales que son infinitas. Hoy día las dinámicas productivas de las sociedades hiperindustrializadas demandan un consumo ilimitado, siendo la acumulación y la degradación ambiental su máximo resultado:

Nuestra sociedad capitalista basada en la ganancia, en la producción por la producción, y el consumo por el consumo, falsea radicalmente nuestra idea de las necesidades. Apenas hace falta recordar que dicha sociedad devoraría el planea entero si la dejaran hacer indefinidamente. Sociedad que produce sin tregua, que derroche sin tregua -incorporando la «obsolescencia» a sus productos- y que fabrica criaturas que también sin tregua consumen chapuzas baratas bajo el imperio de «necesidades» insaciables, suscitadas, a su vez, por un sistema de medios de comunicación de masas que inducen a una desenfrenada rapiña. Uno de los efectos más desaleniantes de una sociedad libre y ecológica consistiría en permitir que la gente recobrara una auténtica percepción de la necesidad. A pesar de todos sus defectos, los griegos de la antigüedad restringían deliberadamente sus necesidades a fin de prepararse para una vida más libre y para una mayor plenitud espiritual. Nosotros, en Estados Unidos y probablemente en Europa occidental, deberíamos hacer lo mismo, aunque sólo fuera por triviales razones de salud. Una substancial proporción de la población americana superconsume y recibe una «educación» en tal sentido. Este superconsumo de todo, desde la energía hasta los alimentos adulterados, resulta no solo degradante para la mente sino además patógeno para el cuerpo y el medio ambiente (Bookchin, 1973, pp. 144-145).


Bibliografía

Bookchin, Murray (1973). Por una sociedad ecológica. Editorial Gustavo Gili: Barcelona.

Elizalde, Antonio (2005). Desarrollo humano y ética de la sostenibilidad. PPC Editorial. España.  

Hardin, Garret, D. Stone Cristopher, Rose, Carol, (2009). Derecho ambiental y justicia social. Siglo del hombre editores: Colombia.

Hinkelammert, Franz, Joseph (2017). La vida o el capital. Antología esencial. El grito del sujeto vivo y corporal frente a la ley del mercado. CLACSO: Buenos Aíres.

Juan Sebastián Ballén Rodríguez

Licenciado en Filosofía y Letras
Magister en Filosofía
PhD. en Filosofía

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