Un nuevo periodismo

Si los periodistas[1] en Colombia quisieran hacer un ejercicio de autocrítica frente a los tratamientos  periodístico-noticiosos dados a los hechos relacionados con el devenir del conflicto armado interno, e incluso, de lo  acontecido a lo largo del proceso de paz entre el Gobierno de Santos y las Farc, muy seguramente constatarían que fueron incapaces, durante 52 años de guerra interna, de explicarle a sus audiencias (televidentes, lectores y oyentes), las razones y las circunstancias contextuales que legitimaron el levantamiento armado de las guerrillas en los complejos años 60.

Medios radiales, televisivos y escritos están en deuda con las audiencias y con la historia, por cuanto al servir a disímiles intereses y sesgos políticos, olvidaron que su papel era confrontar a los poderes tradicionales, al Establecimiento y a la mismísima Historia Oficial, a la que decidieron suscribirse sin el menor asomo de crítica a esa única versión del origen del conflicto armado interno.

Que hoy haya en Colombia millones de colombianos que aún no comprendan el porqué del conflicto armado interno, se debe, en gran parte, a esos erróneos tratamientos periodísticos que la prensa hizo de los hechos de guerra que cubrió durante este medio siglo de hostilidades. Por supuesto que les cabe responsabilidad a esos ciudadanos por tener una baja cultura política, pero también al sistema educativo imperante, pensado más en formar personas obedientes (obreros y trabajadores) y no ciudadanos políticamente formados para discutir asuntos públicos.

Plegados casi siempre a las versiones interesadas de la fuente castrense, periodistas y empresas mediáticas terminaron por reducir un complejo conflicto armado, a las caprichosas decisiones unilaterales de “unos bandidos” que simplemente no querían que el país «progresara», mientras la clase política y empresarial corrupta, sacaba beneficios de esa «verdad» y de la propia guerra.

El listado de equívocos es largo, al igual que los seguimientos y análisis que académicos hemos realizado a ese moralizante discurso noticioso. Baste con recordar el caso del Collar Bomba[2] (asesinato de Elvia Cortés) para darse cuenta del daño que la prensa colombiana le hizo al Proceso de Paz del Caguán y a cientos de  miles colombianos que aún creen a pie juntillas que las Farc fueron las responsables de ese execrable crimen. Muchos de aquellos morirán engañados de  que efectivamente así fue.

Seguramente no resulte suficiente con ese hecho. Pues bien, recordemos que durante 8 años la gran prensa[3] colombiana se hincó ante el poder intimidante de Uribe Vélez y de esa manera, minimizó los «falsos positivos», la penetración paramilitar en el Estado, las acciones criminales de las AUC[4] y por supuesto, la enorme corrupción política que Uribe aupó desde el Ejecutivo, lo que sin duda consolidó el Todo Vale, que no es más que la expresión político-mediática del ethos mafioso que la sociedad colombiana acogió para sostener y llevar a cabo todo tipo de relaciones y transacciones.

De cara a lo que se viene para el país y para el propio periodismo con el fin del conflicto armado con las Farc, es urgente diseñar estrategias de comunicación para tratar de “descontaminar” a esas audiencias que por años estuvieron expuestas a las dañinos tratamientos periodístico-noticiosos de los noticieros de televisión RCN, Caracol y CM&, así como a los de los noticieros radiales (verdaderos magacines) como  La FM (con Vicky Dávila y ahora con Hassan Nassar) y la W, con Julio Sánchez Cristo.

Propongo, entonces, que desde el Legislativo y desde el propio Gobierno se empiecen a diseñar esas estrategias para contrarrestar el daño que aún hace a sus cautivas audiencias Noticias RCN, convertido en el medio televisivo enemigo del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc  y en caja de resonancia y rueda de transmisión de las opiniones del desesperado expresidente Uribe.

Sugiero que así como el Congreso dio vida a la Cátedra de Paz, se proponga al país una Cátedra de Análisis de Medios, que obligue a colegios y universidades a seguir y analizar de manera crítica los tratamientos periodístico-noticiosos que los medios masivos hicieron de los hechos acaecidos en razón del conflicto armado y por supuesto, de lo que se viene para Colombia en materia de cumplimiento de lo que finalmente se acuerde en La Habana. De igual manera, sugiero que el Presidente Santos, en uso de sus facultades especiales otorgadas por el Congreso para sacar adelante la firma de la paz con las Farc, emita decretos-ley que obliguen a los canales privados a emitir programas (documentales) que desde una perspectiva crítica, expliquen a las audiencias qué fue lo que pasó durante estos 52 años de guerra. Eso sí, en horarios prime time.

De igual manera, es urgente poner en marcha lo acordado en La Habana en materia de medios alternativos, que hace parte del pre acuerdo número 2, llamado Participación Política. Para afianzar una idea de paz ampliada, es urgente educar a las audiencias y un periodismo alternativo no sujeto al poder económico y a los caprichos de ricos empresarios, puede resultar definitivo para dignificar el oficio y para lograr audiencias capaces de discutir asuntos públicos.

Hay que empezar por desmitificar a los hombres en armas y el periodismo puede ayudar en esa urgente tarea. Como sociedad, tenemos  graves problemas con los procesos civilizatorios, de allí que necesitemos más ciudadanos y menos Héroes[5].

Una sociedad mediatizada como la nuestra, que quiera consolidar y construir escenarios de paz, necesita de un nuevo periodismo. El viejo periodismo que le sirvió a la guerra y a los guerreristas de la extrema derecha y la extrema izquierda, debe quedar proscrito. Debemos pensar desde ya en un Nuevo Periodismo. Un periodismo que ayude a construir ciudadanía y que de verdad sea capaz de pulsar al Poder. Ese Nuevo Periodismo está por nacer.

Adenda: la reacción de Claudia López ante el sesgo ideológico mostrado por el Noticiero Noticias RCN ante la firma del acuerdo del cese al fuego definitivo y las zonas de concentración, debería de motivar a la congresista a proponer iniciativas comunicativas que coadyuven a restarle poder, sin que haya censura, a los perversos y dañinos tratamientos noticiosos que de tiempo atrás viene haciendo Noticias RCN. Aunque cada día pierde más audiencia, aún quedan cientos de miles de colombianos que siguen creyendo en esas verdades a medias que construye a diario ese noticiero de televisión.

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[1] Muy pocos periodistas hicieron la tarea que el contexto y el oficio les exigía. Nombro algunos, a sabiendas de que puedo incurrir en un olvido: Javier Darío Restrepo, Ramón Jimeno y Holmann Morris.

[2] Recomiendo a lo interesado un trabajo de seguimiento que hice a ese hecho y que está publicado bajo el título Hechos Noticiosos, tratamientos explosivos.

[3] Recomiendo el texto De la democracia radical al unanimismo ideológico. De igual manera, véase: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2008/06/rcn-el-courrier-de-palacio.html

[4] Léase Autodefensas Unidas de Colombia y no Álvaro Uribe Candidato.

[5] Véanse: http://laotratribuna1.blogspot.com.co/2015/07/heroes-de-fango.html yhttp://viva.org.co/cajavirtual/svc0498/articulo06.html

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Germán Ayala Osorio

Docente, Comunicador Social – Magíster en Ciencias Políticas, Miembro del Centro Interdisciplinario de la Región Pacifico Colombiana, CIER

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