Sobre Reencarnación  y otros maleficios

Humberto Parrado Manrique /Molotov Fotografía.

Hablar de Víctor Raúl Jaramillo es referirse a un capítulo en la historia del rock hecho en Medellín. Líder y fundador de la agrupación de ultrametal Reencarnación, poeta y filósofo, Víctor Raúl ha plasmado a través de sus canciones, poemas y reflexiones todo lo que piensa de este, como él mismo lo llama, “Planeta Azul que agoniza”.

Al Poniente publica en exclusiva y en español una entrevista hecha a Víctor Raúl por el periodista Kevin Krutek para la publicación Maleficia Zine de Estados Unidos. En esta sonora entrevista Víctor Rául habla sobre sus primeros pasos en la música, los nuevos proyectos de Reencarnación y la actual escena del metal en Colombia, pero también de poesía, los autores que lo han acompañado en su trasegar por el mundo, sus más profundas creencias y de otros maleficios.

Sin más preámbulos los invitamos a leer esta entrevista a un hombre que ha vivido por y para el metal y que es además fundamental para la historia de nuestro rock.

1. En primer lugar quisiera decir una vez más: ¡gracias por esta entrevista! Para empezar… ¿cómo te está tratando la vida en los últimos tiempos? ¿Estás trabajando actualmente en algún material nuevo? ¿Cómo es la escena del metal en estos días en Colombia? ¿Qué tipo de cosas te han ocupado en el último trayecto? 

Gracias, Kevin, por el espacio y un saludo a los lectores de Maleficia Zine. Bueno, la vida me ha tratado bien en la mayoría de las ocasiones, no puedo quejarme. Sí, venimos trabajando en un material nuevo que se llamará CAOSMOS. La banda actualmente está conformada por Camilo Vélez en la guitarra, Laura Corrales en el bajo, Martín Naranjo en la batería y yo que me estoy encargando de las voces. Ahora estamos concentrados en composición y arreglos y hemos grabado ya un par de temas. Vamos sin afanes. Cuando veamos que el trabajo está listo, saldrá para quienes lo quieran escuchar.

La escena de Colombia ha crecido mucho. Ahora hay muchas bandas de todos los tipos, sabores, colores y tamaños. Antes tenías que tocar la batería en la cama y luego en unas canecas de pintura con radiografías. Las guitarras eran acústicas y no había lugares para ensayar como en estos momentos, sumando la escasísima difusión. Tenías que caminar kilómetros para acceder a las únicas copias de los trabajos de tus bandas favoritas que llegaban a la ciudad, existían choques constantes con la ley, había muchos problemas con la mayoría de las familias de los que querían seguir el rumbo de este género musical, con la gente en general y otros pormenores.

Los jóvenes tienen ahora todo a la mano, existen muchas posibilidades. La escena se ha ampliado y a diferencia de nuestra ignorancia en materia musical, la mayoría de los muchachos puede acceder ahora a un estudio especializado sin restricciones. Todas las facilidades para hacer lo que desees en este campo están más a la mano, hay más aceptación y otras variables ofrecidas por un mundo más abierto aunque sumamente complejo. La Internet, sobretodo, cambió drásticamente las cosas.

Los últimos cinco años de mi vida han estado dedicados a la lectura, la escritura y por fin, a un disfrute más permanente con Reencarnación. Antes, cuando tenía que trabajar cumpliendo horarios y con contratos poco flexibles, la cosa era muy enfermiza. Ahora tengo todo el tiempo para mí y los proyectos que en realidad me entusiasman. Tengo varios libros sin terminar desde hace ya mucho tiempo. Pues bien, ahora estoy tratando de poner el punto final en ellos. Por ejemplo, el año pasado (2015), pude publicar tres. El próximo año habrá otro par en las librerías. El tiempo restante lo vivo con mis amigos, voy a algún bar a escuchar ruido y a tomarme un par de cervezas sin licor, a una que otra lectura de poemas o, sí es de mi interés, alguna conferencia. Y lo que más hago, cuando hay oportunidad, es asistir a algún concierto que me llame la atención. Una vida sin muchos tropiezos, la verdad.

2. Ahora vamos a retroceder en el tiempo hacia los primeros días de la banda. ¿Reencarnación fue tu primera banda o tuviste otra antes del nacimiento de Reencarnación? ¿Qué edad tenías cuando empezaste a tocar la guitarra y cómo llegaste al Metal y crear a Reencarnación?

La primera banda que tuve se llamaba Profecía. Llegué por azar y fui su vocalista un par de años. Tocábamos algo así como un heavy-doom, que es sólo una etiqueta para darte una idea de cómo sonábamos. De esa aventura, quedó la grabación de un ensayo que, para los medios con que se disponía en esos días, es pasable. En medio de ese tránsito yo, que ya venía con la idea de una banda fuerte, densa, rápida donde pudiera gritar lo que me diera la gana, hacía algunos intentos por sacar ritmos cuyo resultado fueron Reencarnación. El primer tema que compuse y que dio la talla, era lento, pesado y se llamaba Reencarnación de la Luna. Fue un buen tema para Profecía. Hablo de esto de manera anecdótica, sin ninguna pretensión.

Cuando era un niño, estuve en clases de guitarra al mismo tiempo que estudiaba pintura, pero estaban enfocadas en la música popular y no me atraían mucho. Años más tarde, estuve observando a varias personas que tocaban la guitarra y aprendiendo, por imitación, cómo hacían para que sonara bien. Casi a punto de terminar mis estudios secundarios -faltaba un mes para la graduación- me retiré con la idea de estudiar música. Lo hice por dos años, pero no tenía la disciplina que se requiere para tal fin. Soy más de estar sentado leyendo, escuchando música, con la mirada contemplativa en lo que pasa a mi alrededor, esto es, haciéndome uno con el mundo. Casi como un filósofo con el culo de plomo. De esos que tanto odiaba Nietzsche, quien caminaba entre seis u ocho horas diarias para pensar mejor. Ese hombre del siglo XIX que se sabía de pasadomañana, es decir, nuestro contemporáneo.

Fue después que me concentré un poco en la guitarra eléctrica, porque como te digo, quería hacer mi propia música, una banda con el sonido de las bandas que escuchaba en esos momentos. Hablo de mis 17 o 18 años. En esa época, después de haber vibrado con bandas como Rush, Black Sabbath, Uriah Heep, Deep Purple, Queen y una inmensa lista de grandes composiciones y compositores donde también tendría que mencionar entre una gran cantidad a Bach y a Stravinsky o a la profunda Diamanda Galas, llegaron bandas como

Hellhammer, Celtic Frost, Slayer, Venom, Voivod, Azagthoth, Napalm Death, Fear of God, Mayhem y bandas de punk y hardcore de alto poderío y agresividad que me motivaron para crear Reencarnación. Pero el detonante más efectivo, creo yo, fue escuchar la demencial descarga de Parabellum, iniciadora de las lides subterráneas en nuestra ciudad.

3. Algo sobre el primer LP. Siempre admiré su extrañeza, hay algo tan misteriosamente horrible al respecto en muchos niveles: sus sonidos vocales, el bebé que llora en El Canto de los Sepulcros y el violín en Nexus-Universalis y en Reencarnación (II parte). En definitiva, este trabajo es más singular y diferente que el gran promedio de los álbumes de Metal de la época y, sin embargo, todavía se tendría que escuchar un disco que suene como el primer LP de Reencarnación. ¿Cómo hiciste para crear esta columna atmosférica tan escalofriante? ¿Era todo esto intencional o que sucediera fue un accidente?

Todas, el gran porcentaje de personas, hablan del primer LP de Reencarnación (1988) y olvidan el demo Dioses Muertos, donde la estructura del LP ya estaba prácticamente definida. Este demo fue grabado a mediados de octubre de 1987 y allí se encuentran ya esos motivos que tú mencionas, a excepción de los temas Nexus-Universalis y Reencarnación (II parte), donde efectivamente planeé, no fue accidental, la presencia del violín y una guitarra acústica que fue interpretada por el guitarrista líder de la ya desaparecida Profecía (1983-1985). Hay un añadido más en este LP, la ejecución del bajo.

Los efectos se vinieron estudiando con tiempo antes de la grabación del demo y del LP. Ahora bien, tal y como salió el trabajo final -hablo del LP-, fue resultado de la inexperiencia personal, la falta de recursos técnicos en ese momento preciso, las características de los instrumentos, etc. Pero, he ahí el detalle, para la sorpresa de La Familia del Mundo -como llamo yo a los que vivimos estos géneros volcánicos- fue un trabajo demoníacamente estruendoso: su potencia, su estridencia, su oscuridad, la forma inédita de su música y sus líricas (por lo que Tradición, Familia y Propiedad, lo llamó, censurándolo, “un disco fantasmal y anarquista”)… en fin. A casi todas las bandas en la Medellín de esos días, les sucedió lo mismo. Y es eso lo que muchos reconocen con el nombre de Ultrametal.

Yo no puedo llevarme todos los créditos, de todas formas. Cada cosa que uno escucha, todo lo que uno lee -porque leer va más allá de estar frente a una página escrita-, aquellos olores que guardamos en la memoria, los sabores que nos dieron placer, la piel con la que aprendimos a hacer el amor o la guerra, los descubrimientos y los diálogos con los amigos, la multiplicidad que uno vive a fin de cuentas, procuran una manera de pensar y expresar que en pocas ocasiones es original.

La originalidad es un azar, se da como un estallido en medio del proceso de aprendizaje y la consecuente creación. Es como con los científicos, tú haces muchos cálculos, pruebas y ensayos, y de repente, ¡eureka!, las cosas brotan por donde menos lo esperabas. Tratar de hacer las cosas “originalmente” de antemano, ya les quita su íntimo carácter de autenticidad. A no ser que seas un verdadero genio. Y yo no lo soy. He tenido que estudiar mucho para alcanzar un pequeña dosis de conocimiento y sólo puedo ofrecer lo poco que me nace, en variadas ocasiones, con dificultad.

Digamos que las cosas se conjugaron y fue en Reencarnación, no en mí, donde surgió lo que todos ustedes han recibido tan amablemente. Digamos que la voluntad de crear accede a formular las cosas que fueron mostradas, de tal manera, que rompieron tu monotonía en algún momento y, por lo cual, siempre quedaron allí, reposando hasta el grito. El pensamiento casi siempre nos dice: “esto estaría mejor de esta manera”, pero lo que resulta casi nunca tiene que ver con la intención primera. Incluso, la mayoría de las veces, termina siendo diametralmente opuesto -fue el caso del trabajo Egipto-.

Es que en los instantes de lucidez creativa, lo que quizá se debería hacer, es escuchar aquello que nos llama muy bajito, casi imperceptiblemente -por eso hay que estar atentos- y dejarlo hablar, tal cual nos quiere hablar. Permitir que nos diga de qué se trata aquello que nos quiere decir. No imponerle nuestro juicio. Eso no quiere decir que no necesitemos horas y horas de trabajo: cortar, anexar, pulir… quizá desechar… pero de esa manera conservaremos la radiación, la maravilla que de otra manera, perderíamos al intentar enjaularla en lo que, muy arrogantemente, llamamos “nuestra obra”.

Lo único que rescato de mí mismo en esta fiesta de la vida, es que he intentado ser honesto, natural. He aspirado a vivir tal y como van llegando los días. Que lo haya conseguido, sí o no, eso les queda juzgarlo a quienes me escuchan y leen, que en definitiva son quienes hacen que ese camino que he querido mostrar, sea un camino real. No a mí.

4. Tú eres un conocido poeta y filósofo ¿cómo has incorporado estas variables en tu música? ¿Cuáles son algunas de las cosas en que crees, teniendo en cuenta la religión, el satanismo y la humanidad en general? ¿Cuáles son las palabras o formas de vivir cerca de estas creencias?

Estas preguntas me movilizan mucho. Espero ser coherente al responderlas. Comenzaré con la forma menos abstracta. La lectura de la poesía y de la filosofía ha sido una constante en mi trayecto existencial. Te mencionaré algunos poetas entrañables y muy conocidos: Vicente Huidobro, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Fernando Pessoa, Walt Whitman, Juan Vicente Piqueras, Leopoldo María Panero, Jacques Prevert, Georg Trakl, Paul Celan… y para no ser descortés, el lado femenino con Alejandra Pizarnik, Emily Dickinson, Olga Orozco, Wislawa Szymborska, Marosa di Giorgio… también algunos colombianos como Jaime Jaramillo Escobar, León de Greiff, Porfirio Barba-Jacob, Aurelio Arturo, Álvaro Mutis, el infaltable José Asunción Silva, Epifanio Mejía, José Manuel Arango, Juan Manuel Roca… y debo agregar a Lucía Estrada, Orietta Lozano, Andrea Cote, Olga Elena Mattei y Meira del Mar entre muchas otras poéticas valiosísimas.

Unidos a ellos, están algunos filósofos entre los que podría contar a Heráclito, Parménides, Epicuro, Séneca, las Etimologías de San Isidoro de Sevilla, el explosivo y brioso Nietzsche, el enjuiciado Heidegger, el “testigo del siglo XX” Gadamer, la arquetipal Chantal Maillard, la decente y “azul” María Zambrano, el microscópico Antonio Porchia, el místico Hugo Mujica, los escandalosos Bataille y Michel Onfray, el cáustico Cioran, el maravilloso anticuario Pascal Quignard… y por supuesto, nuestro viejo pensador de 21 años, Fernando González, además del conversador inagotable y comprensivo Estanislao Zuleta… bueno, son demasiados, y este no es lugar para ofrecer una enumeración exhaustiva y por demás altanera. Además, mis lecturas son muy eclécticas, en verdad.

Pasan por todas las formas de la literatura como la Biblia, el Tao Te Quing, el I Ching, mis encuentros con el budismo, con el zen, la terapéutica en sus variadas ofertas, la multitudinaria narrativa con sus múltiples y maravillosas ficciones, y esa nueva “mitología objetiva” que llamamos Ciencia. Las lecturas esotéricas y paganas de mi inquieta juventud, no fueron pocas. Incluso tuve un tiempo en que les leía, cuando las personas me lo pedían, el Tarot Egipcio. Y no podemos dejar atrás el trabajo con los sueños, y por sobre todo esto, la lectura de la realidad, ¿realidad?, y de mí mismo y de quienes me rodean.

Entonces ¿en qué me han ayudado todas estas lecturas? ¿De qué forma, cómo me he servido de ellas para mi música? Pues cuando escribo las letras de Reencarnación, cuando veo lo que sucede en este Planeta Azul que agoniza, esas muchas palabras que he leído -y los silencios entre ellas- han propiciado todo tipo de textos -desaforados o con equilibrio- que pretendo tengan la posibilidad de decir algo a alguien. En primera instancia, no obstante, lo que buscan estas palabras es dejar salir, expulsar tanta oquedad que vamos recogiendo por ahí. Y que esos agujeros sean más o menos claros, apenas importa dependiendo de lo que en realidad quieras decir. Para eso, la forma es muy importante. Todos, me atrevo a pensar, tenemos cosas para decir aunque ya se sepan. Es la manera como las decimos, al fin de cuentas, lo que importa.

Pero la pregunta que me entusiasma, es la me haces sobre mis creencias. Mira mi estimado Kevin, soy una persona muy variable. Un día creo en el día, otro creo que la noche ha sido usurpada por su luz y que lo único que nos podrá salvar de su mirada omnipotente es volver a la cueva. Cuando digo “salvar”, no hablo en términos religiosos, y mucho menos de algún tipo de redención desafortunada. No existe redención alguna, a no ser el poder de crear que es matar la muerte. Es decir, el vínculo con un arte rebelde y con capacidad crítica, un arte asombrado o decepcionado, pero que nos maraville. No debería existir tampoco el arrepentimiento porque, entre otras cosas, hemos sido nosotros mismos los que hemos actuado de tal o cual manera -con tal o cual intención- a pesar de que ya seamos otros.

Pienso que hay que arriesgarse, hay que vivir ahora que podemos. Luego será demasiado tarde y ya no podremos argüir nada ni ante nadie. Nuestra queja quedará en el polvo. Hay que abrirse para poder saber cuándo cerrarse y porqué. Habremos de amar los retos. Sin la potencia del desafío nuestra vida no será vida alguna. Sólo estará traducida en una fila interminable dentro del supermercado de las ilusiones y los disfraces que te uniforman y te matan sin darte cuenta. Porque la uniformidad, como nos lo han dicho, es la fuerza de los débiles. Te arman el vestido, la consigna, te invitan al baile y te dictan el momento de reír, el de correr, el de callar y el de morir. Y recordemos que los que han muerto no tardan en perder el rostro. De todos modos, un hombre muerto podría asustarnos en el ring de los símbolos. Y no sabemos bien hasta qué asalto resistiremos. Nosotros. O el muerto.

Humberto Parrado Manrique /Molotov Fotografía.

¿Quieres saber en qué creo? Creo en la voluntad, en la pasión, en la autonomía. Creo que no hay ni dioses ni demonios ni nadie que nos impida ser lo que en verdad somos en nuestro venir siendo. Somos nosotros mismos quienes ejercemos ese bloqueo: nuestro miedo nos impide el vuelo y nos permitimos cualquier límite, imaginario o no. Casi sin saberlo, que es lo peor. Los dioses y los demonios, los unicornios y los duendes que ves por el rabillo del ojo, son de la misma naturaleza: inventos nuestros para poder obtener un dominio sobre los demás, sea este de la dimensión que sea.

Y, al ser nuestros inventos, los defendemos con el fuego y la espada. Y esa espada flamígera nos está exterminando poco a poco de una manera siniestra y nos roba la libertad con la enajenación de la que hace gala. Creo que hay que resguardarse en uno mismo, que la verdad es una mentira repetida por miles de voces y en todo momento, y que las cosas nunca podrán ser reales cuando ante ellas ponemos las palabras. ¡Lo único que nos queda es amar! Y para amar, es necesario el cuerpo. Lo demás es nostalgia, una especie de congelamiento en la idea que han dejado quienes pasaron por nuestra vida y quizá nos amaron.

Y ese amor del que hablo, también sabrá tomar distancia. Comprenderá que el acecho es constante y que la solución está en cada uno, pase lo que pase y del lado en que nos situemos. Que el lugar donde estamos es el punto de llegada y hay que prestarle atención. Además, entre símbolo y símbolo, la locura está planteada como salida de la encrucijada, no como laberinto. Lo verdaderamente importante entonces, es seguir nuestro propio camino y no engañarnos con las tonterías de “no lo puedo hacer, soy inútil, incapaz”. Pero eso no quiere decir que olvido la impronta del otro, su reconocimiento, la importancia de la mutua ayuda. El abrazo y el calor de un cuerpo en las noches frías. Eso sería una verdadera insensatez.

Creo que hay muchas posibilidades para congeniar con la vida, con el mundo, con la naturaleza a la que hemos visto ajena y a la que maltratamos sin disculpa. Debemos -que fea palabra- como palpitación, como el respirar de un cuerpo que nunca miente, reconocer sin excusas que nos hemos equivocado. Y hay que hacerlo con alegría, sin un juicio asesino, respetando los diferentes puntos de vista, amando la posibilidad de un cambio verdadero. La guerra se hace con ideas, con ideas bien fundadas, no disparando a tu vecino. Eso es lo que creo.

5. Gracias, Piolín, por dejarnos algunas palabras sobre Reencarnación y lo que piensas de la vida. ¿Un último mensaje para los lectores de Maleficia?

Quisiera agradecer una y otra vez a todas aquellas personas que han buscado y escuchado nuestra música y que siguen apoyando este proyecto de múltiples cerebros que es Reencarnación. También a quienes leen estas inoportunas palabras que no buscan sino hablar de lo que he venido siendo, sin otra pretensión que responder a lo que se me pregunta. Lo digo de esta manera, porque la mayoría del tiempo estamos pensando que alguien necesita de nosotros, que habrá quién necesite de lo que hacemos y no distinguimos esto de la cooperación, de la solidaridad, de la ya citada ayuda mutua, de la inexcusable comunión entre los habitantes de este planeta desgraciado.

Es entonces que nos vamos convirtiendo en ególatras, en escenarios móviles que buscan toda clase de aplausos. Nos vamos ofreciendo como “artistas”, “poetas”, “filósofos” o lo que sea, y en realidad somos la misma nada, la misma placenta angustiada y no tenemos mayor importancia que cualquier otro. Qué costumbre tan terrible esa de mirar por sobre el hombro. ¡Somos distintos! ¡En ningún momento mejores o peores que los demás! Cada quién, cada cual, tiene de suyo algún tipo de inteligencia y la posibilidad de enseñarnos algo en cualquier momento.

Mas el estado de las cosas, que casi siempre es inalcanzable, intraducible, nos hace ver como aquellos a quienes se les debe algo, como si la vida nos debiera algo. Y no hay tal. ¿Doy tres pasos y estoy tres pasos más cerca o tres pasos más lejos? Eso depende del lugar de dónde lo estés mirando. Y por lo regular siempre nos estamos mirando a nosotros mismos. Quizá miremos a los demás, pero para saber de nosotros y de lo que venimos siendo. Allá cada cual con su ombligo inquisidor y dictatorial.

Te agradezco a ti, Kevin, por la oportunidad de aclarar ciertos asuntos en mi cabeza, y espero que tu fanzine siga su ruta sin la distracción de los elogios o de los insultos. Para terminar, un abrazo levantamontañas y no olviden que, a pesar de nuestra búsqueda solitaria, ¡UNIDOS SOMOS MÁS!

Nota: esta entrevista fue hecha a Víctor Raúl Jaramillo a mediados de junio de 2016 y respondida en la ciudad de Medellín, en la estigmatizada comuna 13, el día 20 de octubre del mismo año a las 8:44 de la noche. Las preguntas fueron hechas por Kevin Krutek, para la primera edición de su Maleficia Zine, de EEUU. Aquí se presenta la versión en español, con algunos cambios y palabras anexas.

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