Populismo y contemporaneidad: Estados debilitados y sociedades fraccionadas

El concepto de populismo ha sido utilizado y reconocido superficialmente por los ciudadanos en distintas ocasiones, como la palabra que define y manifiesta el acercamiento de un líder político a los intereses del pueblo. Su realidad no es tan alejada, pero deben identificarse algunas características y posiciones en cuanto a la existencia del término, en este caso, en el contexto latinoamericano.

Entendiendo que el populismo, como término, no está basado en una postura académica y que su aproximación no se fundamenta en una consistencia teórica, se debe comprender que es dada su existencia a una ideología, y por tanto sus propuestas y cimientos pueden ser confusos y cambiantes, según el líder y el contexto donde se implemente, porque el populismo se fundamenta en dos principios: primero, la voluntad del pueblo por encima de cualquier otra institución y estratos sociales y segundo, la relación directa entre el líder y el pueblo. Lo anterior conlleva directamente a escenarios en su mayoría negativos.

Por ende, se puede identificar históricamente, que los anteriores atributos se pueden asignar a distintos regímenes políticos, tal como lo manifiesta Luis Guillermo Patiño en su libro Del populismo al neopopulismo en América Latina, al indicar que “por ejemplo, la alabanza a la supremacía de la voluntad del pueblo y el contacto directo de éste con sus líderes, puede observarse en regímenes totalitarios como el Fascismo, el Comunismo o el Nazismo, quienes en nombre de la voluntad general, instauraron dictaduras inhumanas y autoritarias, coartaron las libertades y desconocieron derechos fundamentales. Igualmente, dentro de los regímenes democráticos estos dos principios se han convertido en fuente de inspiración de líderes carismáticos que se muestran salvadores o regeneradores del Estado o Nación a la cual pertenecen y dicen representar.

Por lo anterior, es de entender que fundamentalmente el populismo tiene como mayor característica y se identifica principalmente a través del discurso, por lo que se convierte en un estilo de hacer política. Y es en este aspecto, el de su caracterización que se dan posiciones que identifican las acciones populistas: combatir el statu quo dominado por una élite que tiene el poder político o económico, brindar poder al pueblo que por derecho le pertenece, mostrar al líder como el salvador, pues éste establece una relación personalista con el pueblo, sin intermediarios institucionales, establecer en el discurso la supremacía de la voluntad del pueblo, buscar seguidores en su mayoría de las zonas rurales, populares y marginadas, concebir igualdad económica a toda costa, sin importar las consecuencias a futuro y el discurso es visceral y oportunista.

Las clases oligarcas que se crearon posteriores a las luchas y guerras de independencia en América Latina se dieron como la respuesta a la descolonización, como una manera de concentrar el poder en quienes predominan el sistema productivo –el poder en unos pocos-, independiente de las coronas Ibéricas, pero aun resguardando los intereses de las políticas impuestas desde afuera, y de tal manera, el gobernante lideraba desde el

autoritarismo al interior del Estado, dando cabida a pocos y excluyendo a otros sectores, por lo que a partir de 1930, el Estado Oligárquico comienza a debilitarse, en una suma de hechos que se dan desde la unión de otras clases sociales, por lo cual se conforman movimientos populistas latinoamericanos con ideales de resguardar los intereses nacionales y no seguir obedeciendo a las imposiciones de fuera, y así lo argumenta Luis Guillermo Patiño, cuando indica que “los movimientos populistas latinoamericanos que modificaron las estructuras políticas, sociales y económicas de las naciones e igualmente, terminaron en diversos países con el Estado oligárquico; establecieron al menos en el papel alianzas multiclasistas; posibilitaron la incorporación de las masas al proceso político; lucharon contra el imperialismo y el statu quo; además, consideraron que la solución a las graves problemáticas ocasionadas por los partidos oligárquicos (liberales y conservadores) sólo podía venir del Estado, un Estado Nacional estrechamente vinculado y relacionado directamente con el ‘pueblo’”.

Y es que con la crisis económica de 1929 se dio la industrialización en Latinoamérica, antes de ésta, solamente se cumplía con el papel de exportador de materias primas, lo que ubicaba a la región dentro del sistema, en una posición periférica, y posterior a la crisis, debido a la imposibilidad de los países latinoamericanos en poder continuar con el modelo de exportación clásica oligárquica, se dio la obligación que al interior se acelerara el mercado nacional, se diera un cambio en la estructura económica y social y comenzará a tener mayor importancia las masas populares, quienes buscaron una apertura del mercado interno, mayor dinamismo y participación, dando de esta manera bases a la industrialización y urbanización, y que para Patiño, esto “llevó a un cambio de la estructura social vivida con el Estado Oligárquico, pues se producen nuevas relaciones de clases, desde los sectores medios, obreros empresarios y sindicatos, lo que lleva a una articulación de política de masas, que rompe con las estructuras de dominación construidas en función de una economía dependiente”.

De tal manera es que el populismo adquiere importancia a partir de 1936, como un movimiento de masas, el cual es producto de un proceso histórico, que tuvo como objeto fundamental la integración de masas y así, éstas pudieran tener una actuación distinta dentro del Estado. Este movimiento político de masas tiene el apoyo de las clases trabajadoras y campesinas, que se encuentran en la ciudad, teniendo como falencia que no cuentan con un orden, pero apoyadas por sectores de clases medio-altas, en quienes predomina el discurso de lucha contra el orden dado, teniendo en cuenta que lo anterior es liderado por una actor que se sincroniza a sus posturas y promulga un discurso afín a sus intereses.

Dentro del populismo la figura del líder es predominante, entendiendo que es en él en quien se refugian las aspiraciones populares, y quien las expone a partir de su discurso y de las distintas características que lo evidencian como un defensor de estas masas, como un personaje carismático que sabe relacionarse con sus seguidores y entablar un acuerdo emocional con estos. Esta ideología, dada con incoherencias y debilidades estructurales, es dada desde el líder por un gran nacionalismo, anti-imperialista, adherido a los intereses netamente nacionales y a las aspiraciones populares. “Como la protección sólo podía venir del Estado, éste tenía la misión de cuidar la industria nacional y los recursos del país, establecer aranceles a las importaciones y nacionalizar compañías

ubicadas en sectores estratégicos, con el propósito de defender lo nacional de la competencia extranjera”, escribe Luis Guillermo Patiño, en su libro mencionado anteriormente.

Para concluir, se pueden identificar algunas debilidades y unos logros pasajeros del populismo clásico latinoamericano, teniendo en cuenta el populismo de élites, conformado por los gobernantes, profesionales, políticos, entre otros que hacen parte de una alta esfera social y por otra parte el populismo de masas. En el primero se utilizan las masas como un instrumento y las manipula a cambio de reestructuraciones pasajeras, según conveniencia y en el segundo se conforman por la clase obrera, grupos sociales de clase baja y por quienes llegan a la ciudad desde el campo. Al fin, estas masas populares, terminan siendo utilizadas, porque preponderan los intereses de las élites, dejando un sistema populista en colapso y con confrontaciones que llevaron al fracaso las uniones populistas.

Estas debilidades están dadas, entre otras a que las soluciones y las propuestas políticas y económicas se dan solamente desde el discurso y no desde la acción, debilidad en la armonía social, falta de ideología y de tradición intelectual coherente, el oportunismo y la corrupción de los líderes populistas, debilitamiento de la democracia y supremacía del autoritarismo representado en el líder a sus propios intereses y abandono a las masas ante las crisis. En cuanto a los logros, se pueden identificar algunos pasajeros como la creación de lazos nacionalistas, inclusión social en y de las sociedades, movimiento de sentimientos en el Estado social, lucha contra la desigualdad y movilización social.

En Colombia esta ola de populismo y líderes de primera generación (1930 al 50) se evidencian como ejemplo Jorge Eliécer Gaitán y para el resto de Latinoamérica Juan Domingo Perón (Argentina), Rómulo Betancourt (Venezuela), entre otros. La segunda generación fue de los años setenta y ochenta, con algunos líderes militares golpistas como Alan García, Luis Echeverría y el segundo Perón. “La tercera generación es dada al surgimiento de una corriente Neopopulista, la cual es dada en el presente siglo XXI, la cual aparece en líderes contemporáneos como el Ex presidente colombiano Álvaro Uribe y el desaparecido presidente venezolano Hugo Chávez Frías, quienes asumieron una nueva forma de hacer política –que bebe de la vieja- y que a pesar de sus detractores ha sabido ganarse un espacio en el ´nuevo´ escenario de la globalización”, concluye Patiño.

El populismo históricamente se presenta como una forma de hacer política, basada en el discurso, sobre ganar adeptos y controlar masas. Tiene su evolución al neopopulismo y no dejará de ser un elemento de estudio que de alguna manera explique los comportamientos y direccione la forma de cómo hace política su líder, para de tal manera, acercarse a las maneras en cómo se comporta un Estado en cuanto al direccionamiento que le destine el gobernante de turno, que tenga como forma de política, los cimientos populistas llevados a la generación del neopopulismo. El tema a revisar seguramente, es que este populismo ha llevado a escenarios negativos que en lo contemporáneo evidencian Estados debilitados y sociedades fraccionadas.

Jorge Andrés Rico Zapata

Comunicador Social – Periodista de la FUNLAM. Magíster en Estudios Políticos de la Universidad Pontificia Bolivariana. Diplomado en Seguridad y Defensa Nacional de la Escuela Superior de Guerra. Seguidor de la academia, la comunicación, los medios de comunicación, la política, el periodismo y la literatura.

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