Lo que le debemos a las Bibliotecas.

Por la reapertura de las Bibliotecas Públicas de Medellín y con la intención de cubrir el suceso que había escandalizado a las redes sociales, medios de comunicación y a la sociedad en general, decidí el sábado 7 de enero visitar la más cercana.

No niego que iba por una nota que moviera las fibras del corazón, tal vez un niño amante a la lectura y que su pasatiempo favorito se hubiese visto afectado durante una semana, tenía las ganas de hacer preguntas clichés como: ¿Qué pensó cuando la biblioteca cerró? Y con ese tipo de cuestionamientos crear un artículo que se difundiera por las redes sociales.

A las 3: 00 p.m. allí estaba, en la comuna 15 o más conocida como Guayabal, punto industrial de la capital paisa, precisamente en el Parque Biblioteca Manuel Mejía Vallejo, cerca y casi viendo a los ojos sus problemas y sus secretos ese templo de la sabiduría está al lado de Barrio Antioquia, uno de los lugares con un pasado, presente y un futuro turbio.

Al entrar percibí un silencio excesivo, más profundo que el habitual, no escuché niños en la zona infantil, porque no estaban, no vi jóvenes universitarios leyendo a Eduardo Galeano o José Saramago, porque no habían jóvenes universitarios, no vi ancianos leyendo periódicos, porque no había ni uno; la Biblioteca estaba vacía, y entre tanto espacio libre era fácil hallar a los funcionarios en sus puestos de trabajo.

La soledad me quebró, pues venía del parqueadero de la Biblioteca en donde había visto a más de 20 personas por toda la zona consumiendo bebidas alcohólicas y alucinógenas y no es que esté en contra de eso, pero siempre debe haber equilibrios.

En un intento de cambiar la realidad, me acerqué a la recepcionista y le pregunté, ¿Cuántas personas han ingresado hoy? Me señaló un contador electrónico y pronunció: 48. Amablemente seguimos hablando y me confesó que ese día estaba muy solo, pues la comunidad no sabía que la Biblioteca tenía sus puertas abiertas, siguió excusando el desértico panorama y dijo: -Además es puente de Reyes-. Luego le pregunté: -¿Cuántas personas asisten normalmente?-. <<Bastantes, unas 600 o 500 personas>>. Dije para mí: <<no son bastantes, Guayabal tiene más de 200 mil habitantes y eso no llega ni el 1 %, sin embargo, al menos van 600, de los cuales muchos son niños, eso son frutos>>.

No quería irme con esa imagen, pues era muy probable que el Parque estuviera vacío por ser puente de Reyes y porque la comunidad no sabía de la reapertura,  por eso que me senté a hablar con Marcela Ocampo, es bibliotecóloga y lleva cinco años en el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín, era el primer día en ese parque, pues con el cierre sí se hicieron cambios de personal según las capacidades. Me contó que estaba algo impresionada pues en San Cristóbal, el afluente de personas sobrepasa los 1000 y es en un lugar de encuentro, recreación y estudio para el corregimiento.

En sus ojos pude notar esas ganas de llegarle a toda la comunidad, de impactar fuertemente a todos los estratos y públicos de la ciudad, percibí como le brillaron los ojos al decir: <<No podemos cerrar, porque no somos cifras, nuestro impacto no se puede ni se debe medir, los resultados estarán en el futuro>>. Me aceptó que estaba algo preocupada, pero que a pesar de todo le hacía muy feliz trabajar por esa zona, pues sin conocer mucho sabía de las problemáticas que aquejan a Guayabal,  en especial a Barrio Antioquia, se alegra al pensar cuántos niños se salvarán de las calles, de la drogadicción… del delito.

Cerrando la conversación me comentó que no solo es competencia de la Red de Bibliotecas el convocar, sino también es compromiso de la ciudadanía hacer uso de los espacios para que cierres como esos no sucedan y se vea más la inversión. Me sentí parte del problema, pues yo había sido uno de los que se había indignado por el cierre de los parques bibliotecas; en Facebook como en Twitter lancé mensajes fuertes a la decisión tomada por la administración, no obstante, recordé que esa era mi segunda vez en el lugar y aunque me gusta la lectura, nunca había sacado un libro de allí.

Le confesé a Marcela que me sentía parte del problema y ella solo sonrió dijo: <<haz parte de la solución>>. Por ese motivo cambié toda la idea que tenía para el artículo, es hora de pasar de las palabras a la acción, de apropiarnos de la ciudad, de cada milímetro y espacio de Medellín, darle sentido a esta urbe que sigue transformándose para el bienestar de las generaciones venideras y para el ego de los paisas, a pesar de eso, lo que nunca podemos olvidar sus habitantes es que mucha de esa transformación se debe gracias a los Parques Bibliotecas y a las diversas maneras de llevar educación y cultura a los lugares con grandes coyunturas sociales, le debemos mucho a los templos de la sabiduría, no los olvidemos.