El momento de la verdadera integración latinoamericana

Con la derrota en la elección presidencial del kirchnerismo en Argentina, la derrota en las elecciones legislativas del Chavismo en Venezuela y la cada vez más debilitada presidencia de Dilma Rouseff en Brasil empieza el final de la hegemonía política de la izquierda en Latinoamérica.

Desde varios sectores en nuestros países el final de esta era se ve como una corrección a un gran error, como un accidente político fruto de la ignorancia del pueblo, cuando en realidad no es nada más que el cierre de otra de las etapas de la compleja historia del crecimiento de nuestras naciones, ya que esa llegada tan abrumadora de la izquierda al poder en todos estos países (excepto el nuestro) solo fue posible por las etapas de intervencionismo y autoritarismo que las precedieron, además de que en realidad son una muestra de la madurez política que poco a poco va adquiriendo la región, donde al fin se está entendiendo que ningún sector político puede acomodarse permanentemente en el poder sin que se lo gane con hechos y resultados tangibles.

Por esa razón en la coyuntura actual es muy importante que todos los países latinoamericanos entendamos que volver al pasado no es una opción, ya que Estados Unidos no está interesado en volver a ser el “gran hermano” que metía la mano directamente en el rumbo político de nuestros países, pues esta vez en vez de querer ser el vecino todopoderoso que interviene unilateralmente. Estados Unidos solo quiere ser el orientador de un entorno político, económico y social que sea estable, simplemente quieren tener un vecindario en orden y sin conflictos, así ello haya implicado restablecer sin mayores condiciones de su parte las relaciones con el único país socialista del continente y su archienemigo regional por más de medio siglo.

La resaca del boom de los commodities ha logrado desnudar todos los modelos económicos de la región y en particular para Colombia ha demostrado que a pesar de que ante nuestros vecinos izquierdosos siempre nos creímos de mejor familia en realidad nuestro modelo económico está igual o peor, ya que el desplome del precio del petróleo se ha llevado ese espejismo de desarrollo y progreso en el que vivíamos.

A la hora de la verdad en cuanto al modelo de desarrollo no fueron acertados ni el discurso Chavista ni el discurso Uribista, ya que ambos fueron falsamente inflados por el boom de los precios del petróleo, mientras que Chavez por su parte se dedicó a desmontar el aparato productivo del país reemplazandolo por un modelo insostenible de subsidios, Uribe se dedicó a apostarle a la minería y a un tratado de libre comercio con un país cuya economía es 180 veces superior a la nuestra, hoy podemos comprobar que ninguno de los dos modelos era sostenible ni era el fundamento necesario para el desarrollo de ambos países.

Además de la caída del precio del petróleo hay otro acontecimiento macroeconómico que ocurrió en la década pasada que hoy ha desaparecido: el flujo incesante de capitales golondrina que trajo la reducción a cero en las tasas de interés que la reserva federal de EEUU implementó para arrancar a la fuerza la economía, esa política fue una medida coyuntural que no volverá a ocurrir en el corto y mediano plazo, con la nefasta consecuencia de tener el doble efecto de devaluar las monedas locales y hacer caer los índices bursátiles, desmoronando así la mal llamada “confianza inversionista” de la cual cierto político de nuestro país se vanagloria constantemente.

La gran falencia que nuestros países han tenido siempre es el querer hacernos ricos solo de cuenta de los países ricos y no hemos pensado en crecer de manera sostenible en conjunto con nuestros hermanos, ya que le hemos estado apostando a hacer tratados de libre comercio con Estados Unidos u otros grandes bloques económicos sin antes integrar nuestras incipientes economías en nuestro propio vecindario, por esa razón hoy en día todos estamos padeciendo el crecimiento de la inflación de cuenta de la devaluación contra las monedas fuertes del mundo, cuando pudiéramos estar importando esos insumos en un mercado latinoamericano entre nuestras propias monedas débiles.

Puede que en términos generales la hegemonía de gobiernos de izquierda que hoy empiezan a ceder el poder en América Latina hayan fallado en sus promesas, pero lo que sí lograron sin lugar a dudas fue acabar de una vez por todas con esa injustificada xenofobia entre pueblos hermanos que existía anteriormente, y esa hermandad que se ha logrado consolidar es una pieza fundamental para el rumbo que deben tomar nuestras naciones hacia el futuro.

No hace falta ser un investigador experto para darse cuenta del potencial de integración económica que tenemos entre los países de América Latina, solo hace falta comprar un tiquete e irse a viajar por cualquiera de estos países y ver que allá las empresas tienen las mismas capacidades y falencias que las nuestras, ver que hay sectores económicos que allá son muy débiles y aquí muy fuertes y viceversa, y algo más importante aún: al abrirle campo a esos sectores o empresas se formarían relaciones comerciales entre contrapartes similares, no entre mega corporaciones y pymes como ocurre con los actuales tratados de libre comercio.

El camino que tenemos por delante es claro, la gran incógnita es si en medio de la turbulencia política generada por el fin del baile de la cenicienta de nuestras economías emergentes seamos capaces de entender cual es el rumbo que debemos tomar para un desarrollo sostenible y no caer en la trampa de querer volver a un pasado que en realidad nunca fue bueno y que no se puede repetir.

Manuel Castro López

Emprendedor digital, abanderado del desarrollo sostenible y activista político, aquí encontrarán mi visión sobre todos estos temas.

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