El premio mundial de la solidaridad para el Atlético Nacional y su afición

Comencé a escribir las primeras líneas de esta mi columna semanal para el Portal Al Poniente en la plaza de las banderas de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín, durante el impactante homenaje que hizo la ciudadanía a los pasajeros del avión que transportaba al Club brasilero Chapecoense que tuvo un fatal accidente a pocas millas del aeropuerto José María Córdoba que presta sus servicios a la ciudad de Medellín.

Comencé a escribir las primeras líneas de esta mi columna semanal para el Portal Al Poniente en la plaza de las banderas de la Unidad Deportiva Atanasio Girardot de la ciudad de Medellín, durante el impactante homenaje que hizo la ciudadanía a los pasajeros del avión que transportaba al Club brasilero Chapecoense que tuvo un fatal accidente a pocas millas del aeropuerto José María Córdoba que presta sus servicios a la ciudad de Medellín.

El lunes 28 de noviembre, al caer la tarde, yo estaba volando, en compañía de mi familia, hacia el José María Córdoba y al pasar por las cercanías del “Cerro del gordo” experimenté una extraña sensación al mirar por la ventana y percibir que el cielo estaba extremadamente oscuro. Soy una de esas personas que piensa que siempre es más seguro viajar en avión que en automóvil por una carretera colombiana y, no obstante, le alcancé a comentar a mi esposa que este era un día particularmente raro. Creo pertinente guardar en la intimidad los pensamientos que tuve en esos minutos hasta la llegada al aeropuerto.

Pocas horas más tarde, cuando estaba en mi casa tomando la decisión de cual de mis camisetas del Atlético Nacional me iba a poner para ir al estadio a ver la final de la Copa Suramericana, se arrimó mi hijo, piloto comercial de una importante aerolínea, y me dijo: creo que mañana no habrá partido porque parece que se cayó el avión que traía al equipo brasilero.

Por tanto me enteré de la noticia antes de que ésta saliera  en los medios y no he dejado de pensar en este desafortunado acontecimiento hasta el momento de escribir esta columna. No soy capaz de afirmar si fue bueno haber conocido la noticia antes que los medios de comunicación, puesto que a partir de ese momento vivimos un largo espacio de incertidumbre.

Al pasar los minutos (que parecieron años) la noticia fue aflorando en los diferentes espacios periodísticos y comenzó a rodar el rumor de que probablemente habría sobrevivientes. El mundo pasó en vilo esperando las noticias y escasamente pude conciliar el sueño a la espera de mensajes alentadores. Las crónicas de los diferentes medios informaron ampliamente sobre la catástrofe de un equipo de los llamados “chicos” que estaba cautivando a la afición del continente por su buen fútbol y su carisma particular.

Mi cercanía al sector aeronáutico durante más de una década, en el ámbito del marketing y desarrollo de imagen corporativa, me despierta, necesariamente, una sensibilidad particular sobre este tipo de incidentes, especialmente cuando se pueden evitar con un adecuado comportamiento ético por parte de las aerolíneas.

Después de los momentos post accidente, que viví con una gran intensidad, era, para mí, obligado, escribir una columna sobre un hecho que, creo, cambiará la percepción negativa de nuestra ciudad signada durante décadas con el sello del narcotráfico.

El día miércoles 30 de noviembre marcó para siempre a la ciudad de Medellín y al club Atlético Nacional a partir de una palabra que nos acompañará a los antioqueños para siempre: Solidaridad.

Desde el mismo momento en que se confirmó el accidente, el gobernador de Antioquia dispuso de todo su equipo de trabajo especializado en desastres para atender este hecho. Personas que trabajaron sin descanso en coordinación con diversos grupos tanto del orden municipal como del nivel nacional, son una muestra del espíritu de solidaridad de la región. Teleantioquia, el canal televisivo regional,  hizo un cubrimiento ininterrumpido hasta las 6 AM, haciendo un importante monitoreo de los acontecimientos.

En las primeras horas de la madrugada el alcalde de Medellín visitó el sitio del desastre y mostró toda su voluntad e interés en apoyar las labores de rescate. Con su presencia le dijo al Brasil y al mundo: en esta ciudad somos solidarios.

La alcaldía y el gabinete del municipio de la Unión, lugar del accidente, trabajaron sin descanso desde el primer minuto del desastre hasta que fue rescatado el último de los pasajeros. El espíritu de solidaridad de los funcionarios de la alcaldía de esta pequeña población se sobrepuso al frío, al cansancio, al hambre y al sueño.

El presidente, los directivos y los jugadores del Atlético Nacional estuvieron en vela desde el momento en que se supo la noticia y sintieron la tragedia como propia, en una muestra de entera solidaridad con sus colegas en el mundo del fútbol.

Es de destacar que diferentes ciudadanos con capacidad de apoyo dispusieron sus vehículos cuatro por cuatro para ayudar en el rescate, al momento del accidente, y ellos mismos se pusieron las botas pantaneras para participar en las tareas correspondientes. Estas acciones de solidaridad muestran en toda su dimensión lo que hay almacenado en el corazón de los antioqueños.

Y el mundo del fútbol quedó sorprendido cuando, espontáneamente, algunos de  los jugadores del Atlético Nacional insinuaron, a través de las redes sociales, que le fuera otorgado el título de campeón de la Copa Suramericana al Chapecoense. Esta idea fue ratificada por las directivas del club a través de una solicitud oficial dirigida a la Conmebol, como un homenaje póstumo a este equipo que perdió el partido más importante de su historia: la vida misma. Esta fue una expresión inédita de solidaridad en la historia del deporte, mostrándole al mundo que es más importante la vida que el fútbol.

Todo lo anterior fue la antesala para la máxima manifestación de la solidaridad: la ciudadanía de la capital de la montaña lloró multitudinariamente este desastre y generó un movimiento social hermanando para siempre a dos ciudades que el destino juntó a partir de un partido de fútbol.

Ese miércoles 30 de noviembre mi familia y yo hicimos parte de más de cien mil personas que asistimos al estadio Atanasio Girardot, vestidos con camisetas blancas, a un homenaje multitudinario a las victimas chapecoenses. A esta cita acudieron espontáneamente personas de diferentes edades y condiciones sociales, la mayoría de ellas portando una vela blanca y muchas con un ramo de flores en sus manos. Cada persona acudió en silencio, sobrecogida y con el corazón lleno de solidaridad. Sólo cuarenta mil pudieron acceder al estadio y las otras sesenta mil, dentro de las cuales nos encontrábamos nosotros, bordeamos el Atanasio Girardot y seguimos el evento a través de pantallas gigantes de televisión.

Estas variopintas imágenes de solidaridad quedaron registradas para la historia en las palabras del canciller del Brasil José Serra esa noche del 30 de noviembre:

“Muchas gracias Colombia, de corazón muchísimas gracias. En este momento de gran tristeza inmensa para las familias, para nosotros todos, las expresiones de solidaridad que aquí encontramos, como la solidaridad que trae cada uno de ustedes, colombianos e hinchas del Atlético, acá en el Atanasio Girardot, nos ofrecen un grado de consuelo inmenso, una luz en la oscuridad cuando todos estamos intentando comprender lo incomprensible. Los brasileros no olvidaremos jamás la forma como los colombianos sintieron como suyo el terrible desastre que interrumpió el sueño de ese heroico equipo del Chapecoense, una especie de sueño de cuento de hadas con final de tragedia. Así como no olvidaremos la actitud del Atlético Nacional y de todos sus hinchas que pidieron que se concediera el título de campeón de la Copa Suramericana al Chapecoense. Un gesto que honra al deporte de todas partes y al deporte colombiano y que honra a esta querida ciudad de Medellín y que hace aún más grande a los verdolagas”.

Los hinchas del Chapecoense hubieran querido, después de conocer la historia, que el equipo no hubiera clasificado para la final. En una especie de elaboración del duelo, algún hincha brasilero creó un video para YouTube en el cual se sueña con que el Chapecoense no clasificó a la final y por lo tanto no hubo accidente. Pero finalmente el video reconoce que no somos dueños de nuestro destino y que el equipo de la pequeña ciudad de Chape ya es el Campeón de la Copa Suramericana 2016.

Para finalizar quiero sumarme a varias ideas que tal vez leí en redes sociales, o de pronto escuché en reuniones con amigos, o hasta se me ocurrieron a mí en estos momentos de zozobra, a partir de esta tragedia que nos dejó marcados para siempre:

Primera idea. Que se establezca el día universal de la Solidaridad el 28 de noviembre de cada año.

Segunda idea. Que se cree el premio mundial de la Solidaridad. Y que en su primera versión este sea otorgada conjuntamente al Club Atlético Nacional y a su hinchada.

Tercera idea: Que cada año se juegue el partido de la solidaridad entre el Chapecoense y el Atlético Nacional con sus jugadores juveniles, como símbolo de esperanza para las nuevas generaciones.

Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, psicólogo y Administrado Turístico, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y consultor en Mercadeo Gerencial.

 

Diego Germán Arango Muñoz

Ingeniero Administrador de la Universidad Nacional de Colombia Psicólogo, de la Universidad de Antioquia Administrador Turístico, del Colegio Mayor de Antioquia. Especialista en Mercadeo, de le Universidad Eafit. Especialista en Investigación Social, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia desde 1977. Profesor invitado a 35 universidades hispanoparlantes. Consultor en Marketing para más de 350 compañías. Director de más de 3,500 investigaciones empresariales en el campo del Marketing.