El mundo espera al nuevo presidente de Estados Unidos

Si el contexto nacional de los estadounidenses es bastante complejo, a esto hay que agregarle lo que sucede en el resto del mundo y qué se espera que haga el nuevo presidente de Estados Unidos.

Estados Unidos y Oriente Medio

Estados Unidos, durante el gobierno Obama, procuró evitar las confrontaciones directas y optar por la diplomacia para no abrir nuevos teatros operacionales.

Durante este tiempo el gobierno estadounidense buscó salir de los dos conflictos dejados por George W. Bush, la guerra en Afganistán y la invasión a Irak.

Afganistán se convirtió en un nuevo Vietnam para Estados Unidos y si bien Obama prometió durante su primera campaña terminar dicha guerra, esto no ha sido posible y en la actualidad permanecen 9.800 soldados en territorio afgano.

En Irak la situación es aún peor. Después de que en 2011 las tropas estadounidenses dejaran el país, gran parte de Irak cayó bajo dominio del extremismo islámico, bajo un grupo denominado “Daesh” («al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham»), el cual tomó fuerza en medio de la creciente inestabilidad generada por el derrocamiento de Sadam Hussein (2003) y catapultada por la primavera árabe de finales de 2010.

Cabe recordar que el fenómeno social y político denominado primavera árabe nació en Túnez como respuesta al malestar social contra un gobierno autoritario que había gobernado durante 23 años a la cabeza de Zine el Abidine Ben Ali.  

A estos eventos le siguieron las caídas de los regímenes de Egipto con Hosni Mubarak, en Libia contra Muamar Gadafi, en Yemen con Ali Abdullah Saleh, como también en Argelia y Bahréin.

Estados Unidos jugó su papel al ejercer presión diplomática y mediática para convertir a estos países a democracias libres, sin embargo en la actualidad están sumidos en una total inestabilidad política y social que sirvió para aumentar los seguidores de Daesh.

Justo el conflicto en Siria, que nació del intento de derrocamiento del presidente Bashar Al Assad durante la primavera árabe, es el que genera incertidumbre global.

Una región conflictiva y totalmente desestabilizada fue el espacio perfecto para que esta agrupación terrorista tomará fuerza, al tiempo que las potencias occidentales apoyaban el derrocamiento del presidente sirio, quien de inmediato contó con el apoyo de Rusia e Irán, convirtiendo al conflicto sirio en un conflicto sin salida visible y ocasionando una crisis humanitaria en los países vecinos de Siria y Europa.

A ese escenario se le suma el poder económico que comenzó a tener Daesh gracias a los precios del petróleo, ya que esta agrupación se financió de la venta ilegal del crudo iraquí.

La expansión de Daesh llegó a territorio sirio con la finalidad de derrocar al presidente, aumentando la crueldad de la guerra civil entre Al Assad y la oposición financiada por Estados Unidos y Europa.

Desde el 2014 Estados Unidos y otras 34 naciones lanzaron la Operación Resolución Inherente, apoyada por la ONU, con la finalidad de detener el avance del grupo terrorista en todo Oriente Medio.

En la actualidad Daesh es atacado por la coalición internacional, lo cual genera tensiones entre Rusia, Siria y Estados Unidos, ya que los dos primeros acusan a Estados Unidos de atacar posiciones del gobierno Al Assad aprovechando el argumento de acabar con Daesh.

En esa misma línea Estados Unidos acusa a Rusia de no estar comprometido para evitar el avance de los radicales islámicos, generando tensiones entre las potencias.

Rusia

Sin duda alguna el mayor desafío para el nuevo presidente de Estados Unidos será el manejo de la relación con Rusia, que en la actualidad se encuentra en niveles cercanos a los de la Guerra Fría.

Históricamente las relaciones entre Washington y Moscú no han sido las mejores, estos eternos rivales políticos y económicos siguen llevando al tope sus relaciones diplomáticas.

El choque actual se presenta por el conflicto bélico en Siria, pero con el antecedente de la crisis en Crimea (Ucrania), donde Rusia, desafiando a la comunidad internacional, tomó dicho territorio.

Bajo la premisa de proteger sus intereses, Rusia, al ver que Ucrania se acercaba a la Unión Europea, decidió apoyar al presidente Víktor Yanukóvich, quien suspendió la firma del acuerdo de asociación entre la UE y Ucrania.

Esto conllevó a protestas de diferentes actores sociales ucranianos que provocaron el derrocamiento de Yanukóvich, el saliente presidente pidió respaldo a Rusia y este país optó por utilizar su poder militar para “proteger” a los rusos del sur de Ucrania.

Dichas acciones causaron molestia en Estados Unidos, pero se optó por la solución diplomática para evitar un escalamiento militar entre las potencias. Además, la UE se encontraba atada, ya que infligir sanciones muy duras contra Rusia podría volverse en su contra debido a que este país podría cortar los suministros de gas y petróleo a toda Europa.

En la actualidad Rusia y Estados Unidos tienen relaciones congeladas entre presidentes y ambas naciones siguen aumentando la tensión por la guerra en Siria.

China

La segunda potencia económica mundial guarda distancia con las confrontaciones bélicas y las tensiones en Oriente Medio y Europa Oriental, pero esto no la exime de crear sus propias tensiones geopolíticas.

El nuevo presidente tendrá que afrontar una China que ha expandido su poder militar en el Mar del Sur de China, donde estableció algunas islas artificiales, que según el ejército estadounidense pueden servir para crear un sistema de radares y misiles.

Como paso previo para declarar una zona de exclusión, China ha incrementado su actividad militar, lo que ha generado incomodidad y tensión entre sus vecinos. Tal es el caso de Filipinas, que en 2014 demandó las pretensiones de China frente a la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya.

Este año la Corte falló a favor de Filipinas y reconoció que China no tenía derechos históricos en las aguas donde está actualmente haciendo presencia, lo cual puede ser un revés momentáneo para las pretensiones expansionistas del gigante asiático.

China puede conseguir a través de su poder económico lo que no puede conseguir con su poder bélico. Por eso prefiere utilizar presiones comerciales antes que terminar desatando un conflicto, más cuando su economía viene desacelerándose en los últimos dos años.

En otros aspectos geoestratégicos China es importante para Estados Unidos, sobre todo en el manejo de la crisis con el régimen de Corea del Norte. Pekín es la única nación que puede ejercer presión sobre el gobierno norcoreano en el tema de las armas nucleares, aunque hasta el momento no se vean avances significativos.

China también es un socio comercial de gran importancia para Estado Unidos, así uno de los candidatos afirme que es la causante de la caída industrial en Estados Unidos. El fenómeno es normal dentro del sistema capitalista, ya que se deben aminorar los costos para magnificar las ganancias. China comprendió muy bien ese concepto y puso a toda su población a trabajar a muy bajo costo, lo que hizo que fuera supremamente atractivo para los industriales de todo el mundo establecerse allí.

En la actualidad China y Estados Unidos se necesitan. Más allá de las posturas ideológicas de sus gobiernos, las dos naciones son interdependientes; no hay un mercado mayor que el de Estados Unidos y no hay una mayor fuerza laboral barata que la de China (y la ascendente India).

Los retos internacionales de Estados Unidos 

El nuevo presidente tendrá como retos mantener la estabilidad de la economía mundial, aminorar las tensiones con Rusia y disminuir la expansión de China hacia el pacífico.

Buscar la estabilización de oriente y terminar con la amenaza terrorista del Daesh serán otra de las tareas pendientes del próximo gobierno de Estados Unidos, esto sin contar en la elaboración de una estrategia de atención humanitaria para los refugiados sirios, la cual hasta el momento brilla por su ausencia.

El ganador de las elecciones del 8 de noviembre tendrá la tarea de cambiar la cada vez percepción negativa que se tiene de la política exterior de Estados Unidos, la cual para algunos sigue viéndose como la imposición de una potencia que se ha debilitado en la última década y ahora debe aprender a negociar con otros actores económicos influyentes como Europa y China, sin olvidar a Rusia como potencia militar.

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Mauricio Gil Arboleda

Soy sociólogo de la Universidad de Antioquia con fuerte inclinación por las tecnologías en el desarrollo social, amante del análisis de la moda y la sexualidad, con gusto por la música, especialmente esa que es poco escuchada en occidente y con intereses en la geopolítica de Asia en América Latina.