Duele Venezuela, duele la libertad

Ayer el régimen volvió a asesinar. Paola Ramírez una joven de 23 años, fue asesinada en Táchira por motorizados chavistas durante las protestas acontecidas el día 19 de Marzo en las marchas convocadas por la oposición.

Cuesta creer como todavía hay venezolanos que apoyan el régimen que tanto sufrimiento le ha causado al pueblo. Cuesta creer que haya personas dispuestas a matar por el chavismo. Venezuela es hoy un país pobre, con más del 82% de su población en dicha situación, donde la inflación se ha desbordado tanto que el Banco Central no se atreve a publicar cifras, pero que según el FMI escala a la astronómica cifra del 720%, para proyecciones de éste año.

Al deshacerse de la clase media, la columna vertebral de toda sociedad, exiliándola del país o expropiando sus negocios, la productividad ha caído abruptamente, haciendo de esta manera que ninguno de los incontables aumentos salariales compense la inflación y permita que los venezolanos recuperen su capacidad adquisitiva.

La clase media ha sido remplazada por los llamados boliburgueses. Una nueva clase media y alta, cuyas ganancias no son resultado de su productividad  sino de su capacidad para captar rentas, las rentas del petróleo, del endeudamiento, de los contribuyentes…la renta de los venezolanos.

Escribiendo estas líneas cabe preguntarse si se podrían publicar en Venezuela. El gobierno ha dejado a los periódicos opositores sin papel, reprimido manifestaciones a punta de escopeta, y perseguido a la oposición tildándola de fascista y enviando a sus hordas de acólitos a lincharla.

Estos sucesos e incontables más son los que ocurren en la Venezuela bolivariana. La situación es tan caótica que ya no resulta un esfuerzo mental criticar el chavismo, el esfuerzo está en defenderlo; al punto de que sus principales apologistas internacionales como Pablo Iglesias, líder del partido de extrema izquierda español “Podemos”, han preferido tomar distancia del régimen.

Aun así un gran número de venezolanos tolera al régimen, e incluso lo apoya. Tal vez la definición que Ken Follet en su obra El invierno del mundo otorga a los partisanos del partido comunista alemán es igual de apropiada para los acólitos chavistas que también resultaron ser de esas personas ineptas a las que asusta tanto la vida que prefieren vivir subyugados por una autoridad de hierro y que un gobierno que no admite discusión les diga qué tienen que hacer y pensar. Eran idiotas y peligrosos, pero había muchos...

La historia nos ha enseñado que cuando un pueblo sufre muchas penurias bajo un régimen tiende a remplazarlo por uno más radical apoyado por el Lumpen y su partida de matones. Así sucedió en la revolución francesa con el régimen del terror; en Rusia con los bolcheviques; en Alemania con los Nazis; en China con Mao; Cuba con Castro; y posiblemente le ocurrirá a Turquía con Erdogan. En todo caso ya le ocurrió a Venezuela.

Muchos venezolanos cansados de las antiguas injusticias de los gobiernos anteriores, una élite apática frente a la inequidad, y un capitalismo de amigotes, nombraron como presidente en 1998  al comandante Hugo Chávez. El comandante  sustituyo la injusta persecución a los pobres por una persecución a los ricos y a la clase media, a las élites por su propia Nomenklatura, la inequidad por una igualdad de pobres, y el capitalismo de amigotes por un socialismo de narcos.

Mientras tanto, en una celda minúscula, permanece el líder de la oposición Leopoldo López agobiado no solo por las penurias físicas que causa el aislamiento sino también porque le duele Venezuela, le duele la libertad.