Donald Trump: Indignación y castigo

Hace unos meses, cuando Donald Trump irrumpiera como un vendaval en las primarias republicanas, escribí un artículo titulado LA EXPLICABLE SORPRESA en la que afirmé lo que anoche se ha visto dramáticamente confirmado: “Los fundadores del Mayflower se sienten incómodos en los apretados botines que les ha impuesto el complaciente liberalismo del laisser faire laisser passer impuesto por el gobierno Obama. De modo que desde sus bastiones del Este de las naciones que conforman los Estados Unidos, se han volcado en masa a votar por quien amplifica sus reclamos y obedece a sus protestas: Donald Trump. Un complejo racimo de descontento: racial, político, social, nacionalista y tradicional. Huele a añejos descontentos que causaran más de una tragedia en la tormentosa historia de la humanidad.” Finalmente anticipaba una posibilidad en absoluto descartable, como afirmaran todos los imperios mediáticos aterrados con tal eventualidad: “Donald Trump arrasa en los cuatro puntos cardinales, será con absoluta seguridad el precandidato elegido para medirse con la demócrata Hillary Clinton y no sería en absoluto sorprendente que terminara conquistando la presidencia de los Estados Unidos en este confuso momento de la historia global. Fin del primer capítulo.”

Sin entrar en los pormenores del acontecimiento, que por razones naturales en un país que se hunde en la incompetencia, el caos, la ruindad y la desidia, me encuentro absolutamente incomunicado – me entorpecen el uso del ABA y CANTV no parece dispuesta a reponerme el servicio – mi primera reflexión es que el arrollador triunfo republicano llega a destiempo. Pues a redropelo de lo que afirman los analistas y las encuestas, Obama habrá sido un excelente gerente en asuntos de política interior, que al parecer para él la caridad comienza por casa, pero ha sido el clásico exponente de la blandenguería demócrata y el desprecio a los lineamientos sentados por Ronald Reagan y los republicanos en política exterior. Su absoluto desinterés por nuestra región, de cuyos problemas jamás tuvo la menor conciencia,  y su menosprecio de la tragedia venezolana lo confirman. Por fortuna, esta vez La Florida no le arrebató la victoria a los republicanos, como se la arrebatara al excelente candidato que se oponía a Obama. Que si el Departamento de Estado continúa las líneas maestras impuestas por Hillary Clinton, que se derretía por Lula da Silva, no habría la menor esperanza de un acercamiento a las líneas que comienzan a imponerse, por fortuna, en América Latina.

En una conversación informal sostenida hace unos días con un grupo de amigos, ante la pregunta sobre mi opinión respecto a las perspectivas electorales, dije: “del mismo modo que no me sorprendió la victoria del NO en el plebiscito colombiano, del mismo modo no me sorprendería la victoria de Trump en las elecciones norteamericanas. Hay cansancio e indignación ante la pasividad frente al renovado embate del terrorismo a nivel mundial. En nuestra región, incluso asco ante la impunidad con que procede el castrismo, no sólo en Venezuela. Ahora con el respaldo de Washington y el Vaticano.”

¿Cambiará Donald Trump esa matriz dominante en nuestra región? Una golondrina no hace verano. Un cuervo tampoco. En rigor, nuestra liberación es problema nuestro. Es de esperar que nuestra indignación ante los crímenes de la dictadura coarte la blandenguería de quienes se niegan a enfrentar al monstruo y dilatan la resolución de nuestra grave crisis siguiendo las promesas de diálogo como las ratas al flautista de Hammelin. Finalmente, es lo único que debe importarnos. La caridad comienza por casa.

Antonio Sánchez Garcia

Historiador y Filósofo de la Universidad de Chile y la Universidad Libre de Berlín Occidental. Docente en Chile, Venezuela y Alemania. Investigador del Max Planck Institut en Starnberg, Alemania