Conversaciones deseadas y no deseadas a través del WhatsApp

Según indica la revista National Geofraphic, (1), la región de Transilvania fue colonizada, en diferentes momentos de su historia, por los romanos, los eslavos, los mongoles, los sajones, los tártaros y los hunos, y presenta tres componentes turísticos que cautivan al visitante: paisajes de bosques de verde profundo; castillos, iglesias fortificadas y ciudades medievales; e historias reales o inventadas de épocas pasadas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en leyendas.

Comencé a escribir esta mi columna semanal en mi One Plus para el portal Al Poniente durante una correría vacacional en las montañas de los Cárpatos de la región de la Transilvania, Rumania, en la búsqueda de las memorias del Conde Drácula, donde estuve comunicado en forma casi permanente, a través del WhatsApp, con mis entornos familiar, social y profesional en Colombia.

Según indica la revista National Geofraphic, , la región de Transilvania fue colonizada, en diferentes momentos de su historia, por los romanos, los eslavos, los mongoles, los sajones, los tártaros y los hunos, y presenta tres componentes turísticos que cautivan al visitante: paisajes de bosques de verde profundo; castillos, iglesias fortificadas y ciudades medievales; e  historias reales o inventadas de épocas pasadas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en leyendas.

Como plantea el periódico El País España, viajar a Transilvania, en Rumania, a hurgar alrededor de la historia del Conde Drácula, es como ir a la Mancha, en España, a encontrarse con los lugares e historias de Don Quijote de la Mancha.

Es sorprendente encontrar como hoy uno puede estar comunicado on line desde cualquier rincón del mundo, con una facilidad que era inimaginable hace apenas una década.

Aunque uno esté de vacaciones puede estar enterado, por medio del WhatsApp, si se ha presentado una urgencia en el trabajo, si ocurrió una novedad en la familia o si existe alguna noticia destacada en la ciudad o país que habita. Esto por una parte es de cierta manera positivo, pero por otra se vuelve contraproducente si uno está en una temporada o en un momento de descanso porque no permite desconectarse de la cotidianidad por unos días o hasta por unas horas.

El WhatsApp es una aplicación de mensajería similar a los ya familiares chats de los motores de búsqueda para la red de Internet, conocidos popularmente con el nombre genérico de Messenger.

El nombre de este modelo de mensajería, según  el diccionario “Definición de”, es un juego de palabras del idioma inglés: se combina la expresión “What´s up?”, que significa “¿Qué hay de nuevo?”, con la expresión “App”, que significa “Aplicación”, para crear la expresión “WhatsApp”, una aplicación de mensajería entre amigos a través de teléfonos inteligentes.

En la presente columna quiero hacer una reflexión sobre los usos y abusos del WhatsApp en esta segunda década del siglo XXI, con la esperanza de que la sociedad vaya tomando conciencia de lo bueno y lo malo de este moderno modelo de comunicación.

Esta es una gran alternativa de entablar conversaciones entre dos o más personas, las cuales pueden durar horas o días a través de teléfonos celulares modernos. El modelo tiene la ventaja de que teóricamente las respuestas no tienen que ser inmediatas sino que se pueden dar a discreción de los usuarios, algunas horas o incluso días después.

En este ejercicio comunicacional hay conversaciones que no necesariamente tienen punto final como son las que se presentan entre las dos personas de una pareja, o entre los miembros de un grupo de trabajo en una organización, o entre un grupo de compañeros de estudio en una Maestría, o entre los viejos condiscípulos del colegio o de la universidad.

Basta con tener a mano un Smartphone, que garantiza disponer de un sistema operativo, y una conexión a Internet, para tener acceso al chat de WhatsApp.

Más allá de la comunicación a través del ya antiguo modelo de mensajes de texto, el WhatsApp permite enviar documentos, fotografías, mansajes de audio y videos. Más recientemente esta aplicación permite hacer llamadas de voz.

Elaboré sin dificultad una lista de usos del WhatsApp que pueden identificarse como conversaciones deseadas:

 

  • Un diálogo con verdaderos amigos, con los cuales se tiene interés en mantener conversaciones permanentes.

 

  • Charlas esporádicas con amigos que nos interesan, ubicados en cualquier parte del mundo, aunque por razones de la distancia el contacto no sea continuo.

 

  • Un dialogo interactivo en una relación de pareja.

 

  • Una conversación múltiple entre los miembros de un grupo familiar.

 

  • Un equipo de trabajo, temporal o permanente, que emplea una comunicación interactiva e infinita alrededor de sus responsabilidades corporativas.

 

  • Un grupo de compañeros con algún tipo de afinidad: o de estudio, o profesión, o deportiva, etc., que buscan alimentar los intereses y los lazos de amistad.

 

Pero paralelamente también identifiqué una serie de usos del WhatsApp, que pueden definirse como malas prácticas o a veces como conversaciones no deseadas:

 

  • Cuando una persona a quien escasamente se conoce, o con quien no se ha tenido ningún contacto cercano en años y no se tiene ningún tipo de lazos, le envía a uno un mensaje buscando entablar una conversación

 

  • En el momento en que personas pertenecientes a uno grupo de afinidad, (amigos, compañeros, etc.), comienzan a enviar mensajes de tipo político o religioso.

 

  • En aquellas ocasiones en las que alguien quiere ocupar su tiempo libre enviando reflexiones, las veinticuatro horas del día, sobre la vida o haciendo preguntas para que el mundo le conteste o lo acolite en sus intereses. (Acá cabe el chiste: “más cansón que recién jubilado con WhatsApp”).

 

  • Cuando una persona, conocida o no, crea una empresa y comienza a enviar mensajes publicitarios o promocionales a mañana, tarde y noche. (Acá cabe otro chiste: “más cansón que nuevo emprendedor con WhatsApp”).

 

El Whatspp es una herramienta de gran utilidad cuando hay un acuerdo, tácito o implícito, entre las partes involucradas en el ejercicio de comunicación, de que es un medio a través del cual van a conversar.

Pero es una tortura cuando algunos “intrusos” violan la intimidad de este medio moderno de comunicación interactiva. En otras palabras esto se presenta cuando una de las partes no quiere entablar una conversación por este medio.

Yo, por mi parte, acepto conversaciones a través de WhatsApp con mis amigos más cercanos, mi familia y mis colegas de trabajo corporativo. Es rico estar en contacto con la gente que uno quiere y con las cuales comparte la cotidianidad de la vida familiar y laboral, y también los gustos y  las aficiones.

Pero evito las conversaciones por WhatsApp con aquellas personas que no pertenecen a mi entorno y a mi cotidianidad y quieren a toda costa entablar una interacción en la cual yo no estoy interesado.

También rechazo los mensajes  de los uribistas contra los santistas y de los santistas contra los uribistas; los mensajes de quienes creen que el proceso de paz es el camino y de quienes consideran que esta es una ruta al abismo; los mensajes de los partidarios del SI insultado a los del NO y de los amigos del NO despreciando a los del SI.

Así mismo evito los mensajes de quienes me ofrecen el nuevo elixir para aliviar las penas del cuerpo y del corazón y de aquellos que me ofrecen los productos de última moda a precios de excepción.

Para hablar de política, del acontecer económico, de recetas para vivir mejor y del mejor producto del mundo, existen otros medios. Por eso seguiré defendiendo la intimidad de mi WhatsApp de los de intrusos que pasan por ahí como buscando compañía.

Como consecuencia de lo anterior he decidido no aceptar conversaciones por WhatsApp con personas que no sean mis amigos, con amigos y pares que irrumpan con sus discursos políticos, religiosos, sanadores y promocionales, y con desconocidos con los cuales nunca he interactuado. Para mi tranquilidad espiritual me iré retirando, paulatinamente, de aquellos “grupos” WhatsApp que pierdan su norte con mensajes y conversaciones que yo considere que vulneran la intimidad de este medio.

En mi visita al Castillo del Conde Drácula, en las cercanías de la ciudad de Braşov en la Transilvania, antes de dar el toque final a la redacción de esta columna, desconecté el Whatsapp por un día entero evitando que un vampiro se metiera en mis conversaciones e intentara abordarme en las frías  noches de los Cárpatos a buscar beber de mi sangre. Y la verdad, entonces gocé más del viaje y de los encantos de Rumania.

Esta fue una columna libre e independiente de Diego Germán Arango Muñoz, Ingeniero, Psicólogo y Administrador Turístico, profesor de la Universidad Nacional de Colombia y consultor en Mercadeo Gerencial.

Diego Germán Arango Muñoz

Ingeniero Administrador de la Universidad Nacional de Colombia Psicólogo, de la Universidad de Antioquia Administrador Turístico, del Colegio Mayor de Antioquia. Especialista en Mercadeo, de le Universidad Eafit. Especialista en Investigación Social, de la Universidad de Antioquia. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia desde 1977. Profesor invitado a 35 universidades hispanoparlantes. Consultor en Marketing para más de 350 compañías. Director de más de 3,500 investigaciones empresariales en el campo del Marketing.