Acción y efecto de elegir

Las próximas serán las elecciones más disputadas de la historia. A meses de llegar la hora cero definida por el Concejo Nacional Electoral para el inicio de campañas proselitistas, el panorama es turbio, complejo, dudoso, confuso.
Las próximas serán las elecciones más disputadas de la historia. A meses de llegar la hora cero definida por el Concejo Nacional Electoral para el inicio de campañas proselitistas, el panorama es turbio, complejo, dudoso, confuso.
Muchos intereses de diversos sectores sociales y económicos se pusieron ya en evidencia. Mientras los partidos buscan las mejores cartas (y caras), algunos dan avales a quienes otrora los denigraron. Lo mismo pasa con los grandes grupos económicos quienes ya han dejado ver sus intenciones en invertir la fuerza de sus recursos en nombres de pre-candidatos a fin de lograr una armonía ideal entre poder, política y dinero durante el próximo periodo de gobierno. Las coaliciones y uniones programáticas-estratégicas vendrán pronto en la medida que se vaya aclarando el panorama de las encuestas.
Todas estas tramas que ahora conocemos, lo que es un ínfimo porcentaje de lo que nos es oculto a la mayoría de ciudadanos, tiene un fin: el poder. El poder es nada menos que una adicción, con todas las causas y consecuencias que esto representa.
Previamente a los momentos decisorios de la democracia, los candidatos a cargos públicos deberían pasar por exigentes exámenes médicos, psicológicos, sociológicos, laborales, administrativos y económicos que certifiquen su idoneidad para gobernar un territorio y manejar el presupuesto, la seguridad, el bienestar social y el futuro de miles de personas que lo habitan. Los resultados deberían ser públicos.
Y aunque estamos lejos de que eso pase, hay algo positivo que fortalece la democracia: un boom informativo en el que los ciudadanos son protagonistas. Aunque el exceso de información que viene de todas los lugares imaginables puede ser abrumador, cuando hay fuentes confiables, calificadas, estructuradas, con sentido y responsabilidad social, pueden convertirse en la diferencia entre buenas y malas decisiones en materia electoral. La información puede ser el más determinante de los factores en la toma de decisiones.
No me gustan las trampas; no confío en candidatos con campañas antes de lo permitido por la ley porque significa que una vez en el poder no tendrán escrúpulos para estar al margen de la misma. Creo poco en campañas de calle porque fácilmente los territorios son olvidados después de ser electos; tampoco en las que se hacen en la privacidad de las oficinas de altos perfiles empresariales y políticos porque encarnan intereses lejanos para el ciudadano del común.
Votar es el primer acto democrático del ciudadano; votar es imperativo. Antes de hacer efectiva su preferencia a través del voto, piense qué haría usted con el poder que le está entregando a su representante y si considera que él haría justo lo mismo que usted; ese es el valor de su voto.

 

Juan Pablo López V.

Periodista

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