10 discos que nos deja este caótico 2016

2016 fue un terremoto, un maremoto si se quiere. Las convulsiones políticas y sociales fueron noticia diaria y muchos juraron que el apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina. En medio de semejante caos varios ídolos musicales nos dejaron de forma sorpresiva y algunas lágrimas por su partida fueron inevitables: David Bowie, Prince, Juan Gabriel, Leonard Cohen, Gustavo “El Loko” Quintero y George Michael, por solo mencionar algunos.

Hay quienes dicen que este año que está a unas cuantas horas de que se acabe fue fatal para la música. Y a lo mejor tengan razón, pero pese a los obituarios ese bello arte que tanto nos apasiona nunca se detuvo y fueron muchos los álbumes que se grabaron en cualquier rincón de este mundo convulso y sonoro. Por eso, en Al Poniente nos pusimos a la tarea de seleccionar los diez discos que nos deja 2016 y que vale la pena escuchar en casa o en la calle, a solas o acompañados, con audífonos o sin ellos.

Cabe aclarar que esta lista, como las demás, es un tanto arbitraria y que en vez de imponer un orden, apela a la diversidad. Bien dice el sabio refrán de que “en la variedad está el placer”, así que no se sorprenda si al lado de un disco de rock, se encuentra con uno de reggaetón, cumbia o hip hop. Sin más rodeos, y antes de irnos a comer las doce uvas o a tomar champagne, los invitamos a leer y escuchar este sonoro listado.

Blackstar-David Bowie:

Antes de regresar a la galaxia de donde vino y después de celebrar en Nueva York su cumpleaños número 69, el gran David Bowie nos dejó este álbum oscuro y enigmático con el que muestra su lado más vulnerable y a la vez honesto.

Conformado por siete canciones, Blackstar es el testamento de un artista que después de romper con todos los esquemas sabe que la muerte vendrá pronto a su encuentro y por eso se esmera en hacer un disco impecable que de forma elegante mezcla al rock con el jazz. Por un momento el álbum da la sensación a quien lo escuche de estar atrapado en un ataúd, o de ser devorado por un agujero negro. Pero en la oscuridad también hay luz y este álbum es un diamante negro que brilla con fuerza.

Energía- J Balvin:

Aceptémoslo, todos sabemos quién es J Balvin, nos gusten o no sus bailables canciones. 2016 fue sin duda el año más exitoso para el cantante paisa, ya que además de ganar un Grammy Latino, fue el invitado especial al último desfile de la casa Chanel y ocupó el puesto número 1 en 16 países con Energía, su cuarto álbum de estudio.

Arriesgado, refrescante y sensual, Energía saca al reggaetón de su zona de confort para darle un toque más diverso, experimental y sofisticado.  Sin dejar su esencia urbana, Balvin se abre a otros géneros como la balada, la electrónica, el hip hop y el R&B, al tiempo que se vale de pesos pesados como Pharrell Williams (“Safari”), Daddy Yankee (“Pierde los modales”), Juanes (“No hay título”), Yandel (“Acércate) y Fuego (“35 pa’ las 12”) para crear un álbum exitoso en los listados e imprescindible en las pistas de baile.

Todo  esto eran mangas- Parlantes:

Si vamos a hablar de la poesía y versatilidad en el rock “made in Medellín”, Parlantes merece un capitulo bastante extenso y sonoro. Con 13 años de trayectoria, esta agrupación conformada por Camilo Suárez (voz), Alfonso Posada (batería), David Robledo (percusión), Pedro Villa (bajo), José Villa (guitarra), Fredy Henao (teclados) y Camilo Orozco (guitarra), presentó en mayo un álbum cuyo título se remite a esa expresión que suelen decir los más viejos para evocar aquel valle bucólico y silvestre que ahora está repleto de edificios construidos por el soberbio progreso.

Cargadas de un lirismo contundente y de un lenguaje coloquial que nos pone de frente con esta ciudad salvaje y bella que es Medellín, las nueve canciones que conforman a Todo esto eran mangas le hacen un guiño a la calle y a los variopintos personajes que la habitan, así como a los versos de César Vallejo, Rubén Darío, Porfirio Barba Jacob, Ignacio Piedrahita y José Manuel Arango. Fieles a su alma suigeneris, los Parlantes unen al rock con el tango, la salsa y el jazz para darnos una experiencia liberadora y contemplativa, pero también un álbum que bien puede ser la banda sonora de esta ciudad “innovadora” que se levanta sobre sus ruinas.

You Want It Darker- Leonard Cohen:

“Si uno expresa la gran derrota final que nos espera a todos, debe ser al menos dentro de los estrictos confines de la dignidad y la belleza”, dijo alguna vez el cantante y poeta canadiense Leonard Cohen, fallecido el 7 de noviembre del presente año. Consecuente con sus palabras y también consciente de que su vida se apagaría con la rapidez de un fósforo, el cantante de voz profunda decidió despedirse de este mundo con nueve hermosas canciones que pese a sus letras oscuras e introspectivas, todas juntas son un faro que ilumina a los rincones más recónditos del alma.

El álbum suena a melancolía y nostalgia, y es inevitable asociar su sonido sombrío al tiempo que se va, a esa soledad que nos acompaña hasta en una calurosa multitud. Cohen incluso se muestra cansado, triste y escéptico, pero en medio de tanta oscuridad se reconcilia consigo mismo, con sus grandes amores y sus más entrañables amigos. Al igual que Blackstar de Bowie, You Want It Darker es el testamento de un hombre sensible que trajo el cielo a la tierra con sus sublimes canciones, e hizo su vida un poema que leeremos y escucharemos por siempre.

Blue and Lonesome- The Rolling Stones:

Tras casi una década de no presentar un disco, y de hacer una exitosa gira por Latinoamérica, la banda más grande y sexy de todos los tiempos, conformada por Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood y Charlie Watts, volvió al trajín musical con un sentido homenaje a sus raíces más bluseras. Blue and Lonesome traduce triste y solitario, y es el primer álbum de los Stones en que no aparecen temas de su autoría, sino de grandes exponentes del blues como Howlin’ Wolf (“Commit A Crime”), Little Walter (“I Gotta Go) y Jimmy Reed (“Little Rain”).

Grabado solo durante tres días en el British Grove Studios de Londres, este disco es blues en su estado más puro hecho por cuatro ancianos ingleses que aún tienen las fuerzas suficientes para andar de pueblo en pueblo cantando canciones y rompiendo corazones, como lo hacían sus maestros bluseros. Sin embargo, hay momentos en que Blue and Lonesome parece un disco hecho por Mick Jagger, ya que el flamante showman despliega todo su vozarrón como si estuviera cantando al pie del río Misisipi y se vale de una armónica para dejar más que claro que sigue siendo una satánica majestad. Pero Richards, Wood y Watts –  acompañados por el gran Eric Clapton en los temas “Everybody Knows About My Good Thing y “I Can’t Quit You Baby” –, también saben hacer lo suyo y aportan toda su energía a esta colección de flamantes covers, que bien podríamos escucharlos dentro de Mustang que conducimos a toda velocidad por una carretera sin curvas.

La bomba de Ziroshima– Zof Ziro:

Una bomba atómica cargada con líricas furiosas y beats azarosos explotó el 27 de junio en el departamento de Antioquia. No fue tan fatal como la que arrojaron los gringos a la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945 con el pretexto de finalizar la Segunda Guerra Mundial, pero sí provocó una onda explosiva que sacudió a las consciencias más inmóviles. El responsable de este bombardeo rapero fue Zof Ziro, integrante del dúo Gordo Sarkasmus y fundador de Moebiuz Studio, meca del nuevo hip hop paisa. La bomba de Ziroshima se llama su segundo álbum en solitario y es el diario de un cantante de voz filosa que se siente enojado con una Medellín que le es esquiva, pero a la que le hace resistencia a punta de hip hop.

Acompañado de invitados de lujo como Gambeta de AlcolirykoZ y el rapero bogotano N.Hardem, Zof Ziro lanza 14 canciones mordaces como si fueran cuchillos que cortan los prejuicios, y en las que aparecen rimas de antología como “Hago canciones con funciones curativas/como la sativa /también pa’ matar mis demonios” (“Fatality”); o “Aunque no canto gratis, mi pasión no es un contrato/Lávame los platos, no la cabeza” (“Ojos de diablo”). Ácido y contemplativo, La bomba de Ziroshima es un álbum que vale la pena escuchar, así unos cuantos poderosos nos quieran sumir en un holocausto nuclear.

Yo amanecí – Andrés Landero:

“Como él no ha nacido otro. El sonido que salía de su acordeón era distinto al del resto de colegas; quizá por eso causaba tanta admiración cuando tocaba”, dijo el acordeonero Rodrigo Rodríguez sobre su colega, el maestro Andrés Landero. Y es que Landero era un acordeonero de leyenda que aparte de imitar el canto de las aves, alegró a todo un pueblo con sus acordes magistrales. Nacido el 4 de febrero de 1931 en San Jacinto (Bolívar), aprendió a tocar el acordeón a los 18 años de la mano del maestro Francisco “Pacho” Rada. Agricultor y hombre alegre, Landero alternaba sus labores en el campo con la composición de canciones, llegando a componer alrededor de cuatrocientas en diferentes ritmos como cumbia, porro y fandango. No ganó el Festival de la Leyenda Vallenata, pero en México lo declararon “rey de la cumbia” y celebridades como Joe Strummer, vocalista de la agrupación The Clash, admiraban su versatilidad.

Landero fue más reconocido afuera que en su propio país y en la actualidad muchos colombianos ni siquiera conocen su legado cumbiero. Por fortuna este año el sello español Vampisoul sacó a la venta en formato CD y LP el álbum Yo amanecí, que reúne 20 temas compuestos entre 1966 y 1982 como “La pava congona”, “Mercedes Elena” o “Virgen de la Candelaria”.  Sin duda un valioso aporte a nuestra memoria musical y una excelente oportunidad para escuchar las historias de un hombre que con su acordeón le cantó a la tierra, a las tradiciones, a los personajes típicos del Caribe colombiano. Y a la parranda, por supuesto.

Unplugged– Miguel Bosé:

Antes de grabar su primer disco acústico con la cadena MTV, Miguel Bosé pensó que dejaría de ser él mismo y semejante idea le producía  temor. “Lo mío es trabajar con ordenadores, computadoras, que es uno de los rasgos de identidad de mi sonido, por eso no me imaginaba trabajando en un acústico”, dijo en octubre el cantante español durante una rueda de prensa realizada en Ciudad de México. Y a lo mejor los miedos de Bosé eran justificados, ya que durante 40 años nos acostumbramos al joven de rostro angelical que cantaba baladas y que en la adultez se entregó de tiempo completo al pop; por lo que escuchar sus canciones en formato acústico era un riesgo enorme. Pero había que correrlo y él no desaprovecharía la ocasión para mantenerse vigente entre su leal público. Semejante riesgo dio como resultado un álbum en el que sus clásicos más entrañables suenan íntimos y con un toque latino que les da sabor y frescura.

Este desconectado de Bosé es diverso por donde quiera que se le escuche, ya que además de violines, violonchelos y otros instrumentos de cuerda, hay marimbas, trompetas, vibráfonos, coros y hasta sesiones de beatboxing. Tanta diversidad sonora se complementa con los duetos de Bosé con  otros reconocidos cantantes. Unos son acertados, como el que hace con Pablo Alborán en “No hay un corazón que valga la pena”; la voz sensual de ambos nos hace creer que estamos en un cabaret, envueltos por una luz roja y lamentándonos por los amores que nos hacen sufrir hasta la médula. Otros duetos, en cambio, no son tan acertados. Tal es el caso del dueto con Fonseca en “Bambú”; a pesar del movimiento que dan los instrumentos musicales, los dos se pierden al momento de cantar, ya que el cantante colombiano se esfuerza en imitar la voz de Bosé quizás en un intento por hacerle un guiño que resulta un tanto forzado. Pese a esto, el disco no deja de ser apasionado, elegante y sobrecogedor. Bosé, con su impecable traje oscuro y delineador negro en los ojos, luce sobrio pero a la vez juvenil, y canta con la misma vitalidad de años atrás. Si él pensó que con este disco dejaría de ser él mismo se equivocó, porque las 16 canciones que lo conforman demuestran que Bosé sigue siendo Bosé.

Post Pop Depression – Iggy Pop:

A inicios de marzo corrió como pólvora el rumor de que la iguana más rockera y flamante de todas, Iggy Pop, pararía con su carrera de más de 50 años. Una lástima, si se tiene en cuenta que Iggy es de los pocos guerreros del rock que quedan con vida, y que puede darse el lujo de haber sacudido al establecimiento gringo con su rock de garaje que suena a vidrios rotos y tormentas de arena. Pero él ya estaba cansado de todo eso y de que lo trataran como a una pieza de museo, de que lo relegaran a hacer conciertos en los que no podían faltar sus himnos más aclamados. La muerte de su amigo y mentor David Bowie, ocurrida dos meses antes, aumentó la desazón que lo invadía y por eso decidió finalizar tan vertiginoso viaje con un disco de título sugerente, Post Pop Depression, y para el que reclutó a tres músicos igual de briosos que él: Josh Homme, guitarrista de Queen of the Stone Age y que también participó como productor; Matt Helders, baterista de la agrupación inglesa Arctic Monkeys; y Dean Fertita, bajista y teclista. De esta explosiva combinación entre experiencia y juventud salieron nueve canciones que pese a lo oscuras hacen una bola de fuego que puede quemar miles de hectáreas.

Al escuchar Post Pop Depression son muchas las imágenes que se vienen a la cabeza: un carro explotando en pleno desierto, un hombre gritando en un baño público, sucio y maloliente. Es lamento, pero también fuerza. El rock más crudo y sincero que desnuda las múltiples personalidades de Iggy, desde el hombre más sombrío que reniega de las apariencias que gobiernan al mundo de hoy (“In The Lobby”), el músico sensible que recuerda con nostalgia sus años de salvación creativa en Alemania junto a Bowie (“German Days”), hasta el sibarita que anhela vivir en un país sudamericano donde reina la paz y carecen los artificios (“Paraguay”). Si este disco ha de ser el último de Iggy hay que decir que es una obra maestra y que una prueba más que fehaciente de que la iguana aún tiene aguante y mucha furia por cantar, así quiera alejarse de los escenarios que años atrás sacudió con su arenosa voz.

Gardel Sinfónico– Ariel Ardit y Orquesta Filarmónica de Medellín:

81 años hace que murió el actor y cantante de tangos Carlos Gardel en un accidente aéreo ocurrido en el Aeropuerto Enrique Olaya Herrera de Medellín, y la capital antioqueña sigue profesándole al “Zorzal criollo” un amor sincero, una idolatría a su fina estampa que rebasa cualquier palabra. La portentosa voz de Gardel se escucha en bares, cafés, teatros y en algunas tiendas de esquina, motivo suficiente para que la Orquesta Filarmónica de Medellín, junto al cantante argentino Ariel Ardit, le rindiera un tributo sinfónico al cantor de sonrisa eterna.

Gardel Sinfónico fue un concierto realizado por la Filarmónica el 24 de junio de 2015 en la Plaza Gardel, ubicada en el Olaya Herrera, como parte de la programación del Festival Internacional de Tango de Medellín. Dicho concierto también se realizó el día 27 de ese mismo mes en el Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez, donde se grabó este disco presentado por Filarmed el 13 de diciembre del año que hoy termina. Bajo la batuta del maestro Gonzalo Ospina y con los arreglos de Andrés Linetzky, Filarmed y Ardit transmiten todo el sentimiento de arrabal que encarnó Gardel en canciones como “Mi Buenos Aires querido”, “Cuesta abajo”, “El día que me quieras” y la siempre hermosa “Volver”. De factura impecable, Gardel Sinfónico es una interesante apuesta por unir dos géneros diferentes en su composición, pero similares en belleza: el tango y la música clásica. Nominado al Grammy Latino 2016 en la categoría “Mejor álbum de tango”, este es un disco elegante y a la vez fresco que no sólo despierta los sentimientos más profundos, sino que también mantiene viva la voz de un cantante que para muchos sigue siendo un estado del alma.

 

 

 

Felipe Sánchez Hincapié

Medellín, 1989. Artista plástico, periodista, melómano y fumador empedernido. Ha participado en diferentes exposiciones realizadas en Medellín como Castilla pintoso, organizada por el colectivo venezolano Oficina # 1, en marco del Encuentro Internacional Medellín 07 (MDE07). Hizo su práctica en el periódico El Mundo de Medellín y ha publicado sus textos en publicaciones como Cronopio, Revista Prometeo, Cartel Urbano y Noisey.